domingo, 2 de marzo de 2008

Día 9 – Capacitando a Conchito

Esta mañana nos hemos levantado temprano, y nos hemos ido a desayunar a casa de Diego y Lucía Martínez. Lucía es la señora que nos ha estado preparando las comidas todos los días, pero hasta ahora nos lo llevaba al puesto de salud ya servido en platos dentro de una palangana, tapado con un trapo. Hoy hemos ido a su casa, y hemos visto como lo preparaba.

El comedor-cocina es una estancia grande, con el suelo de tierra, por el que un grupo de pollitos van locos recogiendo cualquier migaja que se le cae a doña Lucía, muy a menudo a propósito. El suelo está impecable, por supuesto. Un gato se los mira detenidamente pero está bien adiestrado. Uno de los pollitos es cojo. Parece que un chancho le pisó la pata. Va arrastrándo la pata rota mientras con la otra se da fuertes impulsos. Me recuerda a mí con el yeso, pobre pollito.

La cocina es de leña, el agua de un balde, y el desague la arcilla del suelo, que absorbe rápidamente el agua de lavar los platos. Doña Lucía nos prepara una tortillas de maíz, que fríe sobre una plancha especial sobre le fuego de leña, luego un revuelto de huevos con tomate y cebolla, acompañado del omnipresente gallo pinto (frijoles con arroz). Un trozo de cuajada (algo a medio camino entre el queso fresco y el requesón) y una taza de café completan el desayuno. Hablamos con doña Lucía y con su marido Diego. Tienen dos hijos, aunque nos cuentan que lo más normal es tener 10 o 12 hijos (vivos, nacidos algunos más).

A las 10 hemos quedado con Conchito para su formación especial. El llega 10 minutos antes, se nota que tiene muchas ganas de aprender. Como Joan trabajó dos veranos formando a jubilados en el uso de los ordenadores, decidimos que sea él el que se encargue, Lluc observe para cuando le toque a él, y yo salgo de la sala para intimidarle menos. Me quedo fuera en la hamaca escuchando. Joan tiene mucha paciencia y es muy metódico, se nota que tiene muchas horas de práctica, y Conchito pone mucho interés. Como resultado va avanzando, desde el uso del ratón, el teclado, las ventanas de Windows, dobles clicks, arrastrar iconos, incluso abrir un documento de texto. El éxito es tal, que deciden pasar a las prácticas de comunicación. Conchito pasa bien las prácticas de videoconferencia y chat. Ojalá todos los alumnos que tenemos tuvieran la actitud e interés de Conchito.

A todo esto se presenta un chico joven, rodeado de sus familiares, con un pañuelo cubriéndole el ojo. Parece que un borracho le había dado un golpe con un palo, y la policía le había mandado para que Ernesto hiciera un dictamen forense. Ernesto reclama un oficio por escrito de la policía, sino dice que se limitará a reconocerle el ojo pero no emitirá dictamen. Otra cosa no habrá en Nicaragua, pero papeleo sobra.

Nos ponemos a apuntar la antena para intentar rascar algún decibelio de potencia. Observo que en un canal se recibe más potencia que en el otro, y decido cambiar de canal en uno de los sentidos de la comunicación. Error. Al cambiar el canal a la vez que se estaba moviendo la antena, se activó el modo de rearranque del equipo VIP cuando pierde la conexión con uno de los enlaces, y este rearranque estaba configurado para 15 minutos. La secuencia real de eventos no fue exactamente esta, primero, pérdida de conexión, luego pánico, luego contar hasta diez, luego reflexionar qué podía haber pasado, luego elaborar la hipótesis del rearranque (Single Node Reboot), luego espera impaciente de 15 minutos, y finalmente, cuando se volvió a establecer la conexión, suspiro de alivio, y promesa de no volver a tocar lo que esté funcionando.

Doña Lucía nos trae la comida, que no describo por no ser reiterativo, y con Ernesto decidimos ir a ver el partido de baseball. Jugaba La Aurora contra otro equipo. La caminata hasta el campo es larga. El estadio está bien, con unas buenas gradas cerca del diamante. De hecho es lo más profesionalmente construido que hay en La Aurora. En el mismo campo también hay porterías de fútbol. Vemos unas cuantas entradas, cuando un niño viene corriendo a buscar al doctor. Ernesto sale corriendo y no volvemos a saber de él en todo el día.

Nos aburrimos del baseball y decidimos ir a ver la alcaldía, donde están las chelitas, y donde se alojaron Toni, Albert, Pau y Neus cuando estuvieron por aquí. Llegamos y estaban la chelitas, Leónidas y Lorna comiendo macarrones con pescado, a las 3 de la tarde. Les habían contagiado el horario español, porque en Nicaragua comemos entre las 12 y la 1. Estamos un rato en la alcaldía, y Lluc insiste en que se quiere ir a bañar al río. Yo les acompaño, sin bañarme, claro. La caminata es larga, y pasa por el proyecto que Desos está construyendo de un trillo para descascarillar arroz. Lluc y Joan se bañan, y volvemos a la casa donde nos alojamos. Estoy molido y lleno de sudor. Pido a Joan que me lleve un balde de agua y una silla de plástico a la ducha. Sentado, enjabonándome, echándome agua con el balde, y afeitándome, me doy una de las mejores duchas de mi vida. Luego Joan y Lluc se van a jugar a basquet con Alexander, hijo de Diego y Lucía, y yo me hecho una siesta memorable en la hamaca.

Luego vamos a cenar otra vez a la casa de los Martínez. Esta vez, por primera vez, no hay pollo, hay huevos fritos. El resto igual. Nos da limonada para beber. Cenamos con velas, y doña Lucía lo va preparando todo con su linterna de pilas. Le pedimos que nos prepare un poco de desayuno para el viaje del día siguiente, y nos pone unas tortillas de maíz y un trozo de cuajada en una bolsa. A la hora de pagar, nos damos cuenta que mi cartera y mi mochila se han quedado cerradas en el centro de salud. Lluc y Alexander van a buscar a Ernesto. Cuando vuelven, cuentan que les ha abierto la enfermera, porque Ernesto ha tenido que salir con una emergencia al hospital de Bluefields. Nos vamos a la cama.

Rafa

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