viernes, 29 de febrero de 2008

Día 7 - ¡Contacto!

Nos levantamos a las 5, sin sueño, llenos de adrenalina, porque todos sabemos que hoy, 29 de Febrero, es el día D, el día clave de un proyecto que empezó a gestarse hace más de dos años, y que ha pasado por muchas vicisitudes. Todos los éxitos parciales conseguidos hasta ahora no servirán de nada si no conseguimos establecer la comunicación entre La Aurora y el Cerro Aberdeen, y son 33 k. Son 33 km que hay que salvar utilizando una potencia máxima de 23 dBm, menos de un cuarto de Watio, tan poca que el transmisor podría funcionar perfectamente a pilas. Un día magnífico, el 29 de Febrero, para ponerle la guinda a este proyecto.

A las 6 menos cuarto aún no ha aparecido nadie por la casa, a pesar de que habían prometido pasar a las 5 y media. Llamada, excusa de que van con la hora Nica, bronca medio en broma, medio en serio, y en seguida llegan. Bueno, todos, menos el ingeniero Juan García al que hay que pasar a buscar el último por el hotel, y nos hace esperar 20 minutos: se le han pegado las sábanas. Le silbamos desde la calle y aparece. Vamos al muelle, donde Rafael el panguero nos espera. El día amenaza lluvia pero Justo, el chofer, nos tranquiliza: por esta zona no lloverá. Llegamos al muelle, y justo cuando acabamos de cargar todo el equipaje y envolverlo en plástico, empieza a diluviar, bueno, empieza a diluviar según nosotros, según ellos es sólo una “garuba”, una lluvia suave. Justo, el chófer, no se ganará la vida como metereólogo, y yo me pongo de muy mal humor, porque pienso que podríamos haber salido ayer, que hacía bueno, si no se hubieran retrasado los equipos. Me da miedo que se nos moje algo y se vaya el proyecto al garete.

En el muelle estaban Laura, Lídia y Marta, y finalmente se añaden a la expedición. Partimos, pero no antes sin pasar más de media hora para que nos den el “zarpe”. Nos piden lista de nombres, luego vuelven a por las edades, y cuando pidieron los números de pasaporte Francisco ya se enfadó y le dieron el documento. A las 7 parece que ya salimos, a toda velocidad con los 115 caballos del fuera borda, que consume 1 galón cada cinco minutos (1 € cada dos minutos). Cuando ya estábamos a la altura del aeropuerto, Francisco se da cuenta de que se ha dejado las bridas. No lo dudo ni un momento ¡atrás! Las bridas fueron fundamentales en el cerro y seguramento lo volverán a ser en La Aurora. En el muelle, hemos de esperar a que el encargado, que normalmente entra a las 8, llegue rápido de su casa. Salimos por segunda vez a la 7:30.

El viaje empieza rápido, cruzando la bahía de Bluefields, lleno de pequeñas barcas pescando los camarones alevines, o “chacalines”, que aunque sean más baratos y menos apreciados, a mi me gustan más. La bahía está tan polucionada, que siempre los sirven completamente limpios de las tripas. El río es una larga sucesión de meandros, que en su tramo más bajo recorremos a toda velocidad, derrapando incluso. La vegetación es densa a lado y lado, y el río, completamente en calma, la refleja como un espejo. No vemos fauna, aunque dicen que suele haber “guajipales”, o cocodrilos, y tortugas. A medida que remontamos el río Kukra, el cauce se hace más estrecho, más lleno de troncos y piedras, y la velocidad disminuye sensiblemente, con lo que no sacamos partido de nuestro potente motor. Un recorrido que en la época de crecidas dura dos horas, nos lleva 3 horas y media, y a las 11, llegamos a la Aurora. Por el camino nos llueve a cántaros, o garuba, según a quien se le pregunte. Yo me pongo mi funda de plástico sobre el yeso, pero el resto, incluidos los pantalones se cala completamente. No sé por qué, me acuerdo de Justo. A mí sólo me preocupan mi yeso y los equipos. En realidad más los equipos.

El río está unos 3 ó 4 metros por debajo de su nivel normal, con lo que el muelle es una estructura inalcanzable a dos pisos de altura. Para subir, sólo hay un barrizal de más de 45 grados de pendiente, que normalmente es el lecho del río. No sé como voy a subir, pero finalmente encontramos un lugar por el que, con la inestimable ayuda de Joan y su 1,90 de estatura, consigo llegar a la parte de prado por donde ya puedo transitar más cómodamente. A duras penas descargan todo el equipaje. Cuando les veo dar resbalones con una caja enorme con un ordenador dentro, por un momento me pregunto si todo esto va a valer la pena, si no estaremos empeñándonos en traer a este lugar una tecnología que no se adapte o que nadie pide. Pero me obligo a concentrarme en la tarea que tenemos por delante. Demasiada gente ha luchado mucho por llegar a este momento, entre ellos Toni, Albert, Pau y Neus, y no voy a ser yo el que flaquee en este momento.

La Aurora nos impacta con un soplo de optimismo. Se respira paz. No sé por qué, pero es así. Hay prados verdes, casas de madera, campesinos en mulo con el machete al cinto, cerdos y perros compartiendo las calles, y mucha menos basura que en Bluefields. Eso si que es un soplo de aire fresco. Sea como fuere, el lugar nos pone la adrenalina al máximo, y con la ropa mojada y los pies embarrados, apunto con mi muleta hacia la torre de madera que nos han construido para alojar la antena. “Sólo está a 29 metros del centro de salud”, se disculpan. Nosotros habíamos pedido que estuviera a menos de 30 metros, pero por el camino, el mensaje se convirtió a que estuviera “al menos” a 30 metros. Cosas de la comunicación, el mayor problema en todos los proyectos, como les digo siempre a mis alumnos. En fin, el lugar de la torre es idóneo, en una loma, y tenemos cable suficiente, aunque haya que hacer un empalme. Para construir la torre estuvieron trabajando 8 voluntarios durante 5 días. La Torre es una estructura de 4 columnas, de 6 metros de altura, con una plataforma arriba de algo más de un metro cuadrado, idónea para trabajar y apuntar la antena. Además tiene una escalera en uno de los cuatro laterales. Ideal.

Nos ponemos a trabajar frenéticamente. Hay que hacer encajes en la madera, para lo que el machete se demuestra como la herramienta perfecta. Colocamos las bridas, el tubo galvanizado, la antena, el equipo, tendemos cables. A la 1:30, dos horas y media después de haber llegado ya tenemos todo listo. Ahora sí es el momento clave. Encontramos pequeños detalles que corregir. Parece que busquemos excusas para no enfrentarnos a la prueba final. Juan y Francisco han estado trabajando en conectar el nuevo inversor a las baterías, pero resulta que es demasiado potente y las baterías no dan a basto. Por suerte otra ONG, Acción Médica, ha prestado uno. Entre tanto, nos traen un generador de gasoil de 900 Watios, al que añaden un litro de gasolina de una botella de plástico. Calculamos el consumo de nuestros equipos: menos de 500 Watios. Arrancamos el generador. La luz del Power Insertion Unit se pone verde, esto está bien. Arrancamos el ordenador. Telnet 192.168.1.42. Contesta el VIP de La Aurora. Login: public. Show. Aparece el enlace con el cerro. Alegría general, el enlace está establecido, aunque la potencia recibida es baja. ¿Funcionará el teléfono? Marco el 101. Suena y suena, parece que funciona, pero nadie contesta. Finalmente, una voz al otro lado confirma que estamos hablando con el hospital de Bluefields. ¡Contacto!

La alegría general es inmensa. Todo el mundo considera fantástico tener contacto telefónico con el hospital, especialmente Ernesto Ulloa, un médico joven que lleva un año de servicio social en La Aurora. El servicio social es obligatorio para todos los médicos recien licenciados antes de especializarse. Es la manera que tiene el MINSA de proveer de sanidad a las zonas rurales a muy bajo coste. En el caso de La Aurora, Ernesto atiende a una población de 20.000 habitantes, distribuida en una zona de 32 comunidades, las más lejanas a 7 horas a pie. Ernesto está encantado con el proyecto, tanto que él mismo pasó toda la semana dedicando todos sus ratos libres a construir la torre. No hay duda, el proyecto era muy necesitado, y es muy, pero que muy apreciado. Don Leónidas, el ingeniero de Desos en La Aurora, también está muy contento, y también colaboró mucho en la construcción de la torre.

Ahora ya podemos colocar las maletas. Nos habíamos puesto a trabajar tan de inmediato, que ni siquiera nos habíamos colocado. Finalmente hoy dormiremos en el propio centro de salud. A mí me toca la sala de partos. Dormiré al lado de la mesa de partos, en la cama en la que las madres pasan las primeras horas con sus bebés.

Nos ponemos a comer la comida que nos han traído de una casa: arroz, frijoles y pollo frito, aderezado con “chile cabro”, unos pimientos muy picantes. ¡Qué a gusto se come cuando el trabajo ha salido bien! Después de comer hacemos algunas pruebas de videoconferencia, transferencia de archivos y llamadas telefónicas. El teléfono se oye perfecto, la transferencia de archivos es muy rápida, y archivos de varios megas pasan en menos de un minuto. La videoconferencia tiene algo menos de calidad, pero estamos seguros que parte del problema es de la aplicación Netmeeting, que es la que usamos para las videoconferencias. Sin embargo, el enlace está funcionando algo al límite de la potencia mínima necesaria. Habrá que intentar apuntar mejor las antenas. Lo intentamos con la antena de La Aurora, pero no conseguimos gran cosa. Esperemos que en la del cerro si que encontremos mejoría. A última hora, el enlace deja de funcionar. Parece que Juan García, al graparlo sobre las vigas del tejado, ha forzado el empalme y se debe haber soltado. Ya lo repararemos mañana.

Hoy hay que celebrarlo. Llevamos muchos días en tensión, pensando casi sólo en el proyecto, y hoy toca alegrarse. Vamos a cenar donde la “Chica” (Francisca), y nos sirve: pollo frito, arroz, frijoles y chiles cabros. Bebemos muchas Toñas y, lo prometido es deuda, fumo uno de los cigarrillos de Lluc, asombrando a todo el mundo con mi habilidad para liarlo. En el camino de vuelta, siempre con mi bolsa protegiendo el pie, observamos un cielo plagado de estrellas. Volvemos al centro de salud, y a dormir, que hoy nos lo hemos ganado.

Rafa

jueves, 28 de febrero de 2008

Día 6 – Obligados a dar un frenazo

Los dos ordenadores, que tenían que haber llegado lunes o martes, en el último avión de ayer aún no habían llegado. Los han mandado como carga en la línea aérea “La Costeña”, con la que vinimos, y que si tiene el avión lleno, bajan la carga. Parece que están teniendo mucho éxito, porque en el primer avión de esta mañana, tampoco han llegado. He estado llamando a Francisco cada media hora desde las 7:30. Al menos se habrá percatado de la importancia del tema.

Nos han prometido que en el avión de las 11 si llegarían, así que nos hemos ido a la ferretería, y hemos comprado:

  • Más tuerca y más arandelas para las bridas.

  • Cable mangera y clavijas eléctricas.

  • Dos varillas de cobre, y 9 metros de hilo monofilar grueso para montar un pararayos.

  • Dos regletas de conexión.

  • 6 litros de agua destilada para el mantenimiento de las baterías.

En la ferretería hemos decidido que no tenía sentido ir hoy a La Aurora, porque llegaríamos con sólo 2 o 3 horas de luz. Hemos decidido salir mañana a las 6 de la mañana. Ellos han bromeado con que serían las 6 hora “Nica”, es decir, las 7. Ahí nos hemos cuadrado y hemos dejado claro que serían las 6, hora britá..Nica.

Francisco y Juan han traído un inversor, y prometen que en La Aurora hay un regulador, porque los dos que dejaron Toni, Albert, Pau y Neus los frió un rayo (de ahí nuestro empeño en construir un pararayos).

Mientras hacíamos tiempo para las once hemos ido a ver la panga con la que iremos mañana, es una lancha abierta, más grande que las del viaje regular, pero de bancos corridos de madera igual, y con plástico igual por si llueve. El panguero se llama Rafael, como yo. Francisco ha insistido en que fuéramos a dejar pagada la gasolina, así que, con dólares efectivos, 235 para ser exactos, hemos pagado los 45 galones (unos 170 litros), que vamos a gastar en ir i volver. Como aún faltaba algo de tiempo, hemos ido a un “ciber” a bajar unos drivers de una webcam que nos pasó Pau. No desaprovechamos ni 10 minutos, estamos en modo “turbo”, y por eso nos pone tan de mal humor tener que estar esperando unos equipos que llevan pedidos un año y medio.

Hemos ido al aeropuerto, y ¡por fin! Han llegado tres cajas pesadas. Hemos ido corriendo a la casa, y nos hemos puesto a desembalar como posesos. Venían dos PC bastante modernos, aunque usados, con XP instalado casi limpio. Uno DELL, otro HP. Los hemos conectado, y Joan y yo los teníamos configurados, con Netmeeting instalado y haciendo videoconferencia en menos de 20 minutos, ante la perplejidad de Juan y Francisco que creo que no están acostumbrados a este nivel de hiperactividad.

Nos hemos llevado un ordenador al hospital, y lo hemos dejado montado. Hemos aprovechado para monitorizar el enlace con el Cerro Aberdeen, que seguía funcionando bien, y enseñarle todo el sistema a Juan. Por el camino hemos estado hablando de cómo poder añadir el SILAIS y el Centro de Salud de Bluefields a la red. Parece simple:

  1. Añadir un nuevo equipo VIP en el SILAIS, como raíz, con una antena poco directiva o sectorial, apuntando al Cerro, al Hospital, y al CS de Bluefields.

  2. Cambiar la antena plana del Cerro por una más directiva (que compense la bajada de directividad en el SILAIS), y que apunte al SILAIS.

  3. Reorientar la antena del Hospital al SILAIS.

  4. Poner la antena que habremos quitado del cerro en el Centro de Salud de Bluefields, con un nuevo equipo VIP.

Total, con dos VIP y dos antenas nueva, tenemos toda la red en marcha. Además, el SILAIS es el centro administrativo, y tiene sentido que albergue el nodo raíz. De paso, no estaría de más incluir en el proyecto la instalación de un cableado estructurado en el hospital, que lo tiene de pena, con cables colgando por todos lados, y switch clavados por las paredes.

Se nos ha hecho la hora de comer, y hemos hecho lo de todos los días, recordar la lista de recomendaciones de Pau y escoger la siguiente. Hoy a tocado “La Loma”. ¡Lástima no haberlo descubierto hasta ahora! Es más caro, de acuerdo, pero el sitio es magnífico. Es una enorme “churuata” en lo alto de una loma con vistas sobre todo Bluefields y su bahía. Se veía perfectamente el hospital, y por supuesto, nuestra antena. El servicio impecable, y la música genial. Volveremos, seguro. Quizá si todo va bien podemos venir aquí a celebrarlo.

El plan de la tarde es hacer una prueba de videoconferencia con el cerro. Hemos vuelto al hospital, yo me he quedado, y los demás (Joan, Lluc, Juan y Francisco) han subido al cerro. Yo me he alegrado de perderme el viaje, fráncamente. Ya he tenido bastantes emociones fuertes en ese trayecto. Hemos calculado que en 40 minutos estarían listos para contactar y justo, a las 4:30, sonaba el teléfono. Todo bien. Videoconferencia, transferencia de archivos, pizarra compartida. Juan estaba interesadísimo y no daba a basto a captarlo todo, pero le ha gustado. Yo he tenido alguna visita, curiosa por verme hablar con aurículares, y por ver la imágen de Juan en la pantalla.

Luego para casa, que mañana hay que levantarse a las 5. Al llegar, hemos intentado birlarle la conexión de internet a los vecinos de abajo pero sin éxito. También hemos encontrado una nota que decía que otros cooperantes catalanes querían contactar con nosotros. Luego nos han vuelto a llamar. Resulta que se han enterado que vamos en una panga rápida y quieren añadirse. Hemos ido a cenar con ellas. Se llaman Laura, Lídia y Marta. Son estudiantes de la EPSC, nuestra escuela, y están haciendo el proyecto final de carrera aquí en Nicaragua. Estarán un año. Están estudiando soluciones para la gestión de los residuos sólidos, en otras palabras, qué hay que hacer con toda la basura que hay por todos lados en Bluefields. Me alegro de que alguien esté pensando en el tema, realmente hace falta.

Rafa

miércoles, 27 de febrero de 2008

Día 5 – Un día de transición

Hoy hemos decidido que sea un día más tranquilo. Si encadenamos dos días como ayer, quizá no volveremos enteros a España. Por la mañana planeamos ajustar el enlace que montamos ayer, por la tarde configurar los dos ordenadores que tienen que llegar hoy, y por la noche hacer las maletas para ir a La Aurora. Finalmente, me voy a animar a ir. El MINSA pone a disposición un barco rápido, que en vez de 8 horas tarda entre 2 y 3, y que es mucho más cómodo, y estará a nuestra disposición. El pero, siempre hay un pero, es que nos toca pagar la gasolina, y estamos hablando de más de 150 €. Ellos asumen que la pagaremos nosotros. Es la cultura de la cooperación. Están tan acostumbrados a las donaciones, que ya las esperan y las asumen como lo más normal.

Vamos a desayunar al centro, al “Paladar Costeño”, donde el desayuno incluye Gallo Pinto (arroz con frijoles), dos huevos fritos, pan, queso (fresco muy salado), y mortadela (o algo que se le parece). Es el único lugar donde tienen jugos. Yo pido de melón, y Joan y Lluc de tamarindo. Mucha agua, mucho azúcar, y poca fruta. Desde la ventana se agolpan los niños a mendigar. Da la impresión que más por aburrimiento que por necesidad, pero nos amargan el desayuno de todas formas. Los más osados intentan entrar a pedir directamente, pero los dueños del local los auyentan, aunque a duras penas. Una señora muy mayor se une a los niños, y el ambiente se hace ya insoportable. Nos vamos.

En la calle vemos una camioneta del MINSA, le preguntamos si van al hospital y nos invitan a subir. Yo subo dentro, y Joan y Lluc en la parte de atrás, junto con unas bolsas de plástico llenas de carne, la comida del hospital, a pleno sol en la parte de atrás de una camioneta.

Al llegar al hospital, todo facilidades, como siempre. Revisamos los parámetros del enlace, comparamos con los teóricos, y parece que aún podríamos ganar un par de dB's (jerga técnica de una medida de potencia). Joan y Lluc suben al tejado, y yo me coloco en dos sillas con el portátil monitorizando la potencia. Tras varias iteraciones conseguimos rascar dos 2 dB's. Luego hay que ir a consultar el e-mail (en la casa hace 24 horas que no funciona), para ver si hemos recibido las claves para pasar los equipos del modo Europeo al modo Americano (FCC) y ganar 3 dB más gracias a la normativa más favorable de este lado del atlántico. Nos conectamos desde los ordenadores del hospital, y nos habían llegado las claves. Actualizamos el equipo del cerro, e inmediatamente vemos la mejoría en la potencia recibida. Comprobamos todos los datos y todo parece correcto.

Llamamos a Francisco para ver si habían llegado las computadoras. Debían haber llegado a las 7:30, luego a las 11, luego a las 3, luego a las 4. Finalmente no llegan hoy, pero la compañía aérea “promete” enviarlas en el primer vuelo de mañana. Primer contratiempo, aunque no muy grave, si realmente llegan mañana.

Vamos a comer al Bar Flotante, y por primera vez vemos la bahía de Bluefields. Es un lugar espectacular, aunque echado a perder por la suciedad humana. Baten el récord de lentitud, más de hora y cuarto para traer la comida, y pasamos el rato en la brisa, viendo pasar las embarcaciones, unas a motor, los más pobres remando durante horas, o con velas hechas con sacos de plástico.

Volvemos a la casa, y se nos ocurre la idea de conectar a La Aurora a Internet. Empezamos a configurar unos routers que traíamos por si acaso y uno que nos da José, y parece que debería ser fácil. Nos vamos rápido al Hospital a poner las ideas en práctica, y nos encontramos con más dificultades de las previstas. A pesar de tener la configuración correcta, no conseguimos conectarnos, tiene que haber algún filtrado que no conocemos, por direcciones MAC, o algo parecido. Tendremos que consultar con los técnicos responsables de la instalación en el Hospital. Luego, durante la cena, Francisco promete ponernos en contacto con ellos.

Son las 6, no hemos hecho mucho, y decidimos llamar a Juan García, que acaba de llegar de Managua. Nos citamos con él en “La Ola”, donde llegan también Francisco y Cecilio, el ayudante de Arnulfo. Cenamos, bebemos, y nos vamos a casa. Mañana salimos para la comunidad de “La Aurora”.

Rafa

martes, 26 de febrero de 2008

Día 4 – Lluc y Joan se ganan sus galones

Hoy era, de algún modo, el día de la verdad. Llevábamos semanas de preparativos, ayer habíamos hecho acopio de materiales, y pruebas preliminares, pero aún no teníamos nada del proyecto instalado. Hoy íbamos a comprobar si tanto preparativo había servido de algo.

Por la mañana, mientras esperábamos a Francisco con la furgoneta, nos hemos dedicado a rotularlo todo, incluso los cables. Cada extremo tiene una etiqueta con el código del equipo al que va conectado, y si hay varias posibilidades, cuál de ellas. En principio se podría desmontar todo y alguien sin conocimiento ninguno podría volver a reconectarlo todo simplemente siguiendo las etiquetas. Hemos gastado 4 metros de cinta de Dymo.

Por fin ha llegado Francisco, casi a las 10 de la mañana, y hemos ido al Hospital. Arnulfo finalmente ha delegado en su ayudante Cecilio para que nos asistiera. Hemos preparado todo el material, hemos conectado los equipos a un mástil, y Lluc y Joan se han subido al tejado del hospital, donde el sol pegaba de plano sobre la hojalata. Cecilio ha reparado el taladro, que no quería arrancar, con un poco de cinta aislante, y Joan y Lluc han empezado a fijar el mástil con los tornillos “golosos”. Ha quedado fuerte.

Mientras, han mandado una brigada de limpieza al cuartucho donde estará el terminal de comunicaciones con La Aurora. Incluso han prometido darle una mano de pintura. Le hace falta, y al resto del hospital también. Cada vez que entrábamos y salíamos pasábamos entre camas e enfermos en un hospital saturado. José me comenta que lo construyeron los Cubanos en los 80. José es del MRS (Movimiento de Renovación Sandinista), disidencia del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) de Daniel Ortega. Su hermana Aránzazu si es del “Frente”, por eso puede ser directora del hospital. José comenta que el Frente es el primer poder económico del país, y que no tiene nada que ver con el de la revolución. Lo atribuye al poder del dinero.

Para llevar el cable del tejado al cuarto, la mejor opción es por el falso techo. Cecilio abre un panel del techo, pero se resiste a entrar. Lluc es quien se atreve a penetrar en el recinto oscuro y lleno de telarañas para traer el cable, que finalmente queda perfectamente camuflado e instalado. Todo parece correcto, pero no lo sabremos hasta que se instale la antena del Cerro Aberdeen. Antes de ir a comer aún cortamos un tubo galvanizado para tenerlo a punto para ir al cerro por la tarde.

Vamos a comer a “La Ola”. Ayer nos gustó y queda al lado de la ferretería, donde hay que comprar otro arnés y un par de clavijas eléctricas. José se deja invitar. Durante la comida nos cuenta que su tío Moisés Arana fue alcalde de Bluefields. En la mesa de al lado un personaje ruidoso y algo hebrio parece descontento por la presencia de José. Aparentemente prefiere el Frente.

Hechas las compras en la ferretería, salimos hacia el cerro, previo paso por las oficinas de Enitel para asegurarnos el permiso. Cuando pensábamos que lo de ayer era tocar fondo, hoy hemos visto a los “gancheros”. Delante nuestro, iba el tractor de la basura. Un tractor donado por la ciudad de Girona, remolcaba un carro lleno de basura, medio en bolsas, medio en montones, hacia el vertedero. De entre las chozas han empezado a salir niños y mujeres, algunos encaramándose al montón de basuras, y otros armados con pértigas de más de dos metros acabadas en un gancho metálico improvisado, peleándose por enganchar los mejores restos de basura, antes de que el tractor la tire al vertedero y tengan que competir con el resto de buscadores de basura. Cuesta imaginar que alguien pueda tener que dedicar tanto esfuerzo en conseguir una basura mejor, pero así es la vida para mucha gente en Bluefields. El humo de vertedero se está convirtiendo ya en una constante en el viaje.

Llegamos a las torres del cerro hacia las 3:30 de la tarde. Quedan justo dos horas y media de luz. Sacamos todos los equipos, conectamos los más fáciles dentro de la caseta, y empezamos a fijar las antenas y el equipo de comunicaciones a un mástil. La primera prueba consistirá en enfocar la antena a mano, sin subirla a la torre, e intentar llamar al hospital. De entrada no hay línea. Será que si no hay enlace y no hay otros teléfonos a los que llamar no hay línea. Parece raro, pero en cuanto la antena se apunta, aparece línea de repente. Marco el 101, momentos de tensión. Desde este teléfono, tarda en dar tono de marcado, y por unos instantes parece que no funciona, pero finalmente empieza a marcar. Nadie contesta por 20 segundos. ¿Estará sonando? Finalmente, ¡eureka! Una voz contesta al otro lado, aunque se queja de que se oye mucho ruido. Pero al menos, se ha establecido contacto.

Ahora hay que averiguar la dirección exacta de La Aurora. Vamos al proyecto fin de carrera de Toni i Albert, y lo encontramos, exactamente especificado en grados, minutos y segundos. Mi GPS da las coordenadas en grados con decimales. Abro la calculadora de Windows, y tras varias divisiones por 60 y 3600, ya he comprobado que mi lectura de GPS coincide, y he anotado el waypoint La Aurora. Salimos fuera y tras unos cuantos paseos averiguamos exactamente la dirección de La Aurora, y la anotamos con una brújula, para poder apuntar la antena cuando estén subidos a la torre.

Lluc y Joan se están ya colocando los arneses, y empiezan a trepar a la torre, Lluc primero, Joan detrás. Lluc sube delante, y recoge el mástil lleno de antenas, luego sigue Joan y lo aguanta. Así, por turnos, llegan hasta 10 metros de altura. Francisco nos había conseguido unas bridas enormes que han ido de maravilla para fijar el mástil a la torre. Joan y Lluc han dedicado un buen rato. No me extraña, a 10 metros de altura. Finalmente queda instalada. Segunda prueba. Llamo al Hospital, y esta vez me constestan que se oye claro. Cuelgo y me llaman ellos, también claro. Misión cumplida, volvemos a casa, justo cuando se hace de noche: las 6 de la tarde. Agotados de un duro día, acabamos cenando al lado de casa, en “La Dueña”.

Rafa

lunes, 25 de febrero de 2008

Día 3 - Entrando en faena

Hoy esperábamos a José Arana a las 8 en la casa, así que a las 6:30 ya estábamos en pie. Hemos desayunado un "pico de harina" de la pulpería de enfrente, y a esperar. Ha llegado a las 8:45. Algún asunto familiar. Inmediatamente nos hemos puesto en marcha. Hoy hay mucho que hacer. En primer lugar, hay que verificar y recoger los equipos que se habían quedado atascados en la aduana hace año y medio. Luego había que verificar las localizaciones de las antenas en el hospital y en el Cerro Aberdeen, y aún tenía que quedar tiempo para hacer una primera prueba del sistema dentro de la casa. Nos ponemos presión a nosotros mismos, y la trasladamos a nuestros anfitriones.Con José hemos ido en taxi al hospital. En Bluefields la tarifa de taxi es plana: C$10 por persona (unos 35 céntimos). Allí tenía que acudir Francisco, representante del MINSA en la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS). Mientras llegaba, hemos ido a la bodega (almacén) del hospital, y hemos ido a ver los equipos. Había nervios, pues este fue el problema más serio la última vez. Finalmente estaba todo, menos 4 tornillitos, que es posible que ya no estuvieran en el envío inicial.

Hace año y medio, vinieron a Bluefields 4 cooperantes de Telecos Sense Fronteres. Toni y Albert como parte de su TFC, que diseñaron todo el proyecto desde el punto de vista técnico, y Pau y Neus, que lo coordinaron con Desos y se unieron al equipo. Estuvieron dos meses, pero desgraciadamente los equipos de comunicaciones quedaron encallados en las aduanas durante más de un año, con elecciones incluidas entre medio. Su disgusto fue monumental, y mis intentos por hacerles entender que las placas solares que habían colocado habían tenido un gran impacto sobre la población de La Aurora, no fueron consuelo para su frustración. En cualquier caso, aprendieron bien la lección que hay que esperar a viajar a que la contraparte o las ONG con las que se trabaja tengan todos los papeles y demás asuntos listos. Insistieron mucho en este punto esta vez, y nosotros les hicimos caso.

Luego hemos ido a ver a Aránzazu Arana, hermana de José y directora del hospital, pero no estaba, y nos ha recibido la directora en funciones, la Doctora Alma Rosa Castro. El hospital está dirigido por mujeres. Nos han enseñado el cuartucho donde va a ir nuestro terminal en el hospital. Está dentro de la zona de emergencias, donde hay siempre alguien 24 horas al día. Era un espacio de unos 2 metros cuadrados que usaban como zona de descanso, pero este proyecto, al que ellos han puesto el nombre de "proyecto de telemedicina" tiene prioridad.

Nos han puesto a disposición al jefe de mantenimiento del hospital, Arnulfo, quien nos ha traído una escalera para subir al tejado y decidir la ubicación del mástil de la antena. La estructura del edificio es frágil, hecha de una estructura de vigas de chapa. Justo amarrado a una de estas vigas, usando tornillos "golosos" (con punta de broca y autoroscantes), podremos amarrar el mástil.
Finalmente llega Francisco, del MINSA, llenamos los papeles para retirar los equipos de la bodega, y nos vamos al Cerro Aberdeen. Antes, sin embargo, pasamos a cambiar dinero en el banco, donde tienen una cola especial para discapacitados, que me invitan a usar. Luego pasamos por Enitel (compañía telefónica) para recoger el permiso de entrada a la caseta del cerro, pero parece que está en el centro de salud de Bluefields, de allí al SILAIS (Sistema Local Integral de Salud). Nos íbamos ya cuando aparece por fin el papel. Vuelta a Enitel para que lo verifiquen y avisen al cerro, y nos vamos.

El Cerro Aberdeen está a uno 3 km en línea recta, pero hemos tardado casi media hora de lo que podría calificar un "dantesco ascenso al infierno". Ha sido impactante el nivel de miseria que se aglutina a lo largo de este camino, incluido un vertedero humeante en el que un númeroso grupo de personas compite con cerdos y cuervos para encontrar algunos restos aprovechables. El camino ha puesto a prueba las habilidades del conductor y la resistencia del 4x4 que nos llevaba. Yo iba de copiloto, pero Lluc, Joan, Francisco y Juan iban en la caja de la camioneta, agarrándose como podían. No quiero ni imaginar como debe ser con lluvia. Finalmente llegamos al cerro, donde nos recibe la antena de "Radio Jerusalén", que emite contenido Cristiano 24 horas al día.
Sin embargo, la estructura más grande con diferencia es una enorme torre de comunicaciones de Enitel, llena de antenas, y una caseta grande y bien acondicionada al lado, llena de equipos modernos. En Bluefields hay muy pocas cosas, pero la cobertura de móvil e Internet es excelente. Examinamos el lugar, y Lluc se encarama al primer tramo de la torre. Parece claro donde se pueden colocar los equipos. Habrá que comprar algo de material, y el cable de 30 m parece que será suficiente.

Impactados por lo que acabábamos de ver, volvemos a Bluefields, y volvemos a ver el mismo espectáculo, quizá aumentado puesto que ahora ya, sabiendo los que ibamos a encontrarnos, nos fijábamos más. Llegamos a la casa de Desos a la 1 de la tarde, y cada uno se va a comer a su casa citándonos de nuevo a las 2. De momento, el soporte recibido es excelente, y la diligencia y disposición de la gente que nos acoge inmejorable. "La Dueña" está cerrado, así que un taxi nos lleva al centro, al Mini Hotel. No comemos lo que queremos sinó lo que hay, como casi siempre, y como casi siempre, acompañado de arroz y tostones. La cerveza nos salva de la deshidratación. Llamamos a Juan para que nos recoja en el Mini Hotel, y puntualmente se presenta con Francisco, la furgoneta del MINSA y su chófer. Hay que ir a la ferretería.
Me encanta entrar en las ferreterías. Siempre entro en todas las que encuentro en mis viajes. Pero esta vez, además, tengo que comprar cosas. Compramos:
  • Dos tubos galvanizados de 20 pies y 1" 1/2 de diámetro.
  • 8 grapas para el tubo, con sus correspondientes tornillos "golosos" para fijar el tubo en el hospital.
  • 3 docenas de grapas para cable de clavo de acero.
  • 16 abrazaderas grandes para fijar el tubo a la torre del cerro.
  • Guantes de cuero.
  • Un arnés de seguridad.
  • 1 paquete de bridas UNE.
Luego volvemos a casa. Hay que empezar ya las pruebas. Nos ponemos de inmediato a montar las antenas, a verificar los cables, a configurar los equipos. La puerta de entrada se convierte en la comunidad de la Aurora, el carro del ordenador en el Cerro Aberdeen, y la reja del balcón en el Hospital de Bluefields. Las antenas están listas, los equipos en marcha, y los teléfonos conectados. Juan se debía haber ido ya hace un rato, pero no se quiere perder la primera prueba. Juan, haciéndose pasar por un médico del hospital marca la extensión 103, el número del Cerro Aberdeen, y ¡suena! Alborozo general. Sin embargo, la extensión 102, de La Aurora, sigue en silencio. ¿Qué puede haber fallado? Nos conectamos al equipo de La Aurora y ¡Lluc no había guardado la configuración! ¡Lluuuuuuuuc! La cambiamos, y el timbre suena a victoria. Ya tenemos el equipo configurado. A partir de ahora, el reto es montar y alinear las antenas. Lo celebramos con unas cervezas, y decidimos ir a cenar fuera.

Un taxi nos lleva a "La Ola". Está al lado de la bahía pero no se ve nada de noche. Cenamos mucho y bien (para lo que es esta zona), y volvemos cansados a casa. Nos ponemos a escribir la crónica. Ya estoy acabando cuando un intenso olor de humo, un fuerte crepitar, y un intenso resplandor entran por la ventana. Los indeseables (fumadores de crack, o "piedreros") que cada noche hacen su fuerte en la esquina de enfrente han decidido prender fuego a una montaña de desperdicios que hay al lado de la casa. Las llamas superan el balcón de nuestro segundo piso. Yo llamaría a los bomberos, pero Pablo, el vigilante dice que no es necesario. Al cabo de poco el fuego baja, pero el humo no. Mejor irse a la cama.

Rafa

domingo, 24 de febrero de 2008

Día 2 - Llegando a Bluefields

El jetlag nos despierta a las 4 de la mañana. Joan y Lluc resisten hasta las 6, yo hasta las 8. Empiezo mi ceremonial de la ducha con yeso. Joan y Lluc se estrenan ya con el gallo pinto con crema. Yo pido una bandeja de fruta. Juan García tiene que venir a buscarnos a las 11:30. Hemos de estar en el aeropuerto a las 12:30, y el avión a Bluefields sale una hora más tarde.

Matamos el rato charlando. Nos ponemos a probar el E-con, un programa clave para la configuración de los equipos, y no funciona. No van los drivers. Primer problema. Parece que podremos utilizar Telnet. Ya lo probaremos en Bluefields, pero como no funcione, problema serio.

Salimos hacia el aeropuerto. El taxi ha sido un espectáculo. Frenazos con derrapada incluida. A punto de acabársele la gasolina, hemos llegado a trompicones a una gasolinera, y ha puesto ¡dos litros! No me extraña que fuera justo. Debe ir poniendo cada vez que hace una carrera.

El terminal nacional no tiene nada que ver con la internacional. Son dos mostradores, en los que los empleados estaban comiendo arroz con frijoles mientras iban atendiendo. Nos hacen pesar el equipaje, y luego a nosotros. El avión, un Cesna de 12 plazas, despega 10 minutos antes de la hora (por qué no, si ya estabamos los 10 pasajeros), y se eleva rápido hasta los 9.500 pies. A estribor vemos el lago entre las nubes. Llegando a Bluefields, vemos el cerro Aberdeen, lleno de antenas, un gran protagonista de nuestro proyecto. En una hora y diez aterrizamos. El aeropuerto es una monada, pero la ciudad ya no tanto. Un caos de calles y basura. Nos recibe José Arana, responsable de Desos en Bluefields. Su hermana Aránzazu dirige el hospital local, el Hospital Regional Dr. Ernesto Sequeira Blanco. Creo que el nombre tiene más letras que el hospital camas.

Nos subimos al Montero de José Arana, que nos acerca al hospital para que lo veamos. El teléfono estará situado en urgencias, donde hay siempre alguien las 24 horas. Nos comunica que el proyecto ha despertado una gran expectación. En el hospital vemos una torre de antena magnífica y alta, pero parece que está podrida por falta de mantenimiento. Hay otro mástil, también sin usar, en mejor estado.

José nos acompaña al piso de Desos. Es un piso grande, con una enorme estancia que incluye cocina y despacho. Tiene tres habitaciones con literas y dos baños. Además, tiene Internet inalámbrica. ¡Qué más se puede pedir!

Vamos a comer al restaurante “La dueña”, a sólo 50 metros, pero que con muletas se hacen como 5 km. La música cristiana resuena en todo el restaurante, y un video de rock cristiano preside la sala. Pedimos cerveza pero no es posible, no en el dia del Señor. Nicaragua y Bluefields están plagados de iglesias protestantes. Llegando a la casa hemos visto dos mormones, en su atuendo habitual. No hay pescado, sólo camarones. Pedimos ceviche de camarones, arroz con camarones, y camarones en salsa. Para beber, Gatorade, no había otra. Comemos a gusto, pero nerviosos por ver si podremos configurar los equipos.

Volvemos a la casa con ganas de siesta, pero nos pueden las ganas de despejar las dudas y nos ponemos a inventariar, rotular, e instalar los archivos de configuración. El VIP no responde. Por más que escaneamos la red, no aparece. Probamos Ping, Telent, nada. Finalmente, me doy cuenta que Lluc no lo había enchufado. ¡Lo mato! Finalmente, ¡contacto! Nos ponemos a configurarlo, y todo funciona de maravilla. Hoy ya dormiremos tranquilos. Son las 8:30 y ya es tarde para salir. Viene Pablo, el vigilante que pasa todas las noches en la casa, y acompaña a Lluc y Joan a buscar unas bebidas y galletas a la “pulpería” (colmado). Nos desaconseja salir solos de noche, si acaso en taxi. Vamos a escribir unas notas, y a la cama. Mañana llegan a las 8, y ya deberíamos estar a punto.

Rafa

sábado, 23 de febrero de 2008

Día 1 - Llegando a Nicaragua

Esta noche no he podido dormir. He ido dando tumbos hasta las 4 de la mañana, hasta que ha sonado el despertador. Con el pie enyesado tardo mucho más en hacerlo todo. Funda al pie, ducha, vestirse lentamente, coger las muletas, diseñar la estrategia para llevar la maleta en el ascensor, taxi, terminal B.

En el check-in dejo la maleta, y me traen una silla de ruedas. Joan y Lluc llegan al cabo de un rato. Joan es uno de los más antiguos de Telecos Sin Fronteras, y estuvo en el primer viaje a Requena en Perú. Trabajó conmigo, y en seguida pensé en él para este viaje. Lluc es un alumno, aunque es de la misma edad que Joan, y de hecho fueron juntos al insituto en Menorca. En este proyecto está haciendo su Trabajo Fin de Carrera (TFC).

Hemos facturado hasta Managua, aunque en Miami tendremos que pasar la maleta por aduanas. Tenemos todas las tarjetas de embarque. Empieza la experiencia del aeropuerto en silla de ruedas. Todo son facilidades. Hay ascensores al lado de todas las escaleras. La seguridad se pasa sin problemas. Llevamos dos maletas llenas de equipos electrónicos, y cada vez que pasan por seguridad pensamos que nos van a hacer dar muchas explicaciones, pero no. A nadie parece importarle.

Todos los pasajeros van en autobús, pero nosotros vamos en un camión especial para llevar sillas de ruedas. Por suerte hay otra señora en las mismas circunstancias y no nos sentimos tanto el centro de atención. Todo va como una seda. Llegamos a tiempo a Madrid, nos vienen a recoger, y nos llevan a la sala VIP de Iberia del terminal satélite, al que hay que ir en un tren. Allí nos recoge American Airlines y nos lleva a su sala VIP. Siesta de más de una hora, ya toca embarcar.

Protocolos de seguridad. Sí, hemos hecho nosotros las maletas. No, nadie nos ha dado nada. Ya a bordo y sin problemas. 9 horas, dos películas, y dos capítulos del libro más tarde estamos en Miami, a la hora prevista. Como cada vez, la silla de ruedas estaba preparada justo a la salida del avión. Otra vez un tren, nos acompañan por aduanas, nos acompañan a buscar las maletas. Todas llegan, aunque la espera se hace larga. Pasamos aduanas, seguridad, en la que comprueban que en el yeso no haya indicios de explosivos pero que no parecen fijarse en las maletas de electrónica, y al terminal de embarque en Managua. Salimos media hora tarde, el único retraso de todo el viaje.

Al llegar a Managua, otra silla de ruedas. El aeropuerto de Managua es moderno y agradable. Otro control de pasaportes, y la temida aduana. Nervios. Como no nos dejen entrar los equipos, se fastidió el proyecto, o al menos se complica mucho. Hay una cola, al fondo un mostrador, con la luz roja, y la luz verde, pero no parece que se utilicen. A nadie le abren las maletas. Parece que se fija más en mi pie que en el equipaje, nos dan la bienvenida, ¡ya estamos dentro! Primer obstáculo superado, hemos conseguido entrar todos los equipos en Nicaragua. Ahora hay que encontrarse con nuestro contacto local.

Por suerte teníamos el móvil del ingeniero Juan García, que nos tiene que venir a buscar. Le llamamos y nos encontramos en seguida. La verdad, nos esperábamos a alguien de más edad como responsable de comunicaciones del Ministerio de Salud (MINSA). Juan es un ingeniero joven. Nos pide un taxi y nos vamos juntos al “hotelito Kelly”.

El trayecto revela una ciudad desestructurada, con comercios improvisados. Muchos merenderos llamados “cibers”. Una casa de empeños “Empeños Raflá, más dinero y yá”. La recepción del hotel es agradable. Las habitaciones, eso ya es otra cosa. Por suerte, tienen restaurante “abierto 24 horas”. Juan se apunta a cenar con nosotros. Empezamos con 4 “Toñas”. No hubo violencia, es la cerveza local. La carta es muy extensa. Tras mucho pensar, Juan y yo pedimos un Jalapeño, y Joan y Lluc carne asada. Al cabo de mucho rato llega la cena. Los cuatro platos son iguales: carne, arroz, ensalada y plátano frito, pero las salsas son distintas. Ahora entendemos lo extenso de la carta.

La conversación con Juan es amena. Lluc le invita a uno de sus cigarrillos liados, y Juan invita a Lluc a un cigarrillo local. No hay nada como el intercambio de culturas. Juan estudió ingeniería electrónica en Managua.

Probamos el GPS de mi móvil. Funciona. Son las 10 en Managua, las 5 de la mañana en Barcelona. Estamos agotados. Pinchazo de eparina, la peor parte de llevar yeso. Vamos a dormir.

Rafa