martes, 4 de marzo de 2008

Día 11 – Internet llega al Kukra River

Esta mañana nos hemos levantado algo más tarde, y hemos ido al banco a cambiar. He vuelto a usar la cola especial para discapacitados, y nos hemos ahorrado una media hora. A la salida queríamos ir al aeropuerto a reservar el billete de vuelta a Managua, y un viaje a Corn Island, pero nos hemos encontrado a Ernesto, que nos ha recomendado ir a la oficina principal de La Costeña, junto enfrente del Banco. Hemos pensado que allí podríamos cerrar todos los temas. Ilusos.

Al entrar en la oficina, daba más la impresión de una casa particular o una cafetería que las oficinas de una línea aerea. La chica en la ventanilla, criolla, nos informa que hay 4 vuelos a Managua el sábado. Decidimos reservar el penúltimo, a las 10 de la mañana. Luego nos informa que hay dos vuelos a Corn Island, a las 7 y a las 8. Le preguntamos qué vuelos hay de vuelta, y nos dice que no lo sabe. No sabemos si lo hemos entendido bien, y le volvemos a preguntar, no lo sabe, a pesar de que es la oficina principal de la línea aérea. Nos ofrece llamar al aeropuerto para averiguarlo. Luego, nos damos cuenta que en la parte de atrás del billete de Managua a Bluefields vienen todos los horarios. La chica no sólo no es capaz de mirar los horarios en un folleto, sino que los que en teoría sabía nos los dice sólo aproximadamente bien. El vuelo de las 7 en realidad es a las 7:40. Queremos reservar y nos hace apuntar los nombres en un papel, y llama por teléfono al aeropuerto. Ni un ordenador, ni sistema de reservas, ni confirmación por escrito. Nada. Además, a mitad de la conversación con el aeropuerto, nos mira y dice una de las frases memorables del viaje: “Este sábado cae en martes”. Incapaces de comprender la profundidad Borgiana de esta frase, nos quedamos atónitos, y ella sigue a lo suyo. Cuando le pedimos algún resguardo de la reserva dice: “Quédense tranquilos, ya está todo reservado”. Tranquilos no es exactamente la palabra que describe nuestro estado de ánimo, pero decidimos aceptar la situación como parte de la idiosincracia del lugar. Veremos si hemos hecho bien.

Luego, Ernesto nos acompaña a un comedor popular. A diferencia de los restaurantes a los que hemos estado yendo, estos comedores populares tienen 3 o 4 platos, tienen jugos “fresco natural”, y valen la mitad. Vendremos luego.

Vamos al hospital dispuesto a poner una conexión de Internet. La configuración es simple, sólo hay que poner un router entre la red privada que hemos instalado y el hospital, que hace las veces de servidor de Internet. La programación del router es trivial, sólo hay que configurar la parte WAN para que se conecte a la red del hospital, y la parte LAN para que sea la pasarela de nuestra subred. Ahora sólo hay que tender el cable hasta el switch más próximo, pero el problema es que la última vez que intentamos conectarnos, no funcionó. Una breve conversación con la Dra. Castro, que resulta saber mucho de redes además de medicina, revela el problema: el switch principal del hospital está fundido, y la solicitud de compra de uno nuevo a Managua lleva meses. Y nosotros elucubrando si sería un filtrado por direcciones MAC. Decidimos cortar por lo sano, y Lluch va a Tech House a comprar un nuevo switch, que le cuesta 30 €. En cuanto lo ponemos, devolvemos la conexión al 90% de las máquinas del hospital, que llevaban semanas o meses sin red ni Internet. Nos convertimos en un poco héroes para la Dra. Castro. Dado que Cecilio se ha ido a comer y hasta la 1:30 no viene y no hay escalera, nos vamos al comedor popular.

Después de comer, nos hacemos preparar una taza de café Toro que hemos traído de casa para vencer la modorra, volvemos al hospital y empezamos a tender el cable, que requiere 40 m, que conseguimos empalmando uno nuestro de 30 y uno que nos da la Dra. Castro de 10 (ahora hace lo que sea por nosotros). Todos los cables del hospital están tirados por encima de los tejados y colgando por el aire de ventana a ventana, pero nosotros nos negamos a hacer estas chapuzas y nos empeñamos en pasarlo por el falso techo, a pesar de la resistencia de Cecilio. Levantamos tapas del falso techo y Lluc se encarama de nuevo al reducido espacio que queda entre la chapa del tejado y las vigas del techo. En un momento dado, tiene que reptar por debajo de una viga, con poco más de 30 cm de paso. Con una linterna vamos iluminando los puntos por los que tiene que pasar el cable para que los identifique desde dentro. Juan García se añade a la aventura y también se mete en el falso techo. Lluc y Juan acaban llenos de polvo y telarañas, pero el cable está pasado profesionalmente. La Aurora ya tiene Internet, y Ernesto se añade a nuestro club de fans incondicionales.

Mientras estamos haciendo las pruebas, conocemos al Dr. Salud Silva, el que asistió a Ernesto en el caso del niño sietemesino, usando el recién instalado teléfono. También pedimos a Ernesto que nos saque fotos del niño, porque está en neonatos y no podemos entrar.

Mañana toca capacitación. Hay que hacer una presentación técnica a los responsables más preparados del hospital, y luego hacerles las prácticas de usuario. Vamos al auditorio, y hacemos algunos ajustes en la configuración de red para poder organizar la videoconferencia en el propio auditorio, proyectando la imagen de La Aurora en la pantalla grande. Todo funciona bien, y nos vamos a casa a preparar la presentación. Nos ponemos a trabajar un rato, y luego vamos a cenar a La Loma. Allí pactamos con el dueño una celebración para unas 20 personas para mañana miércoles, que cuesta menos de 5 € por persona, con cena y bebida incluídas. Queremos hacer un evento de cierre de proyecto y para despedirnos de todo el mundo. Luego seguimos trabajando y no acabamos hasta la 1, pero nos queda una presentación a la altura del resto del proyecto.

Rafa

No hay comentarios: