domingo, 9 de marzo de 2008

Día 16 - La Misa Campesina y adiós a Nicaragua

Por la mañana, Juan García nos vino a despedir, y me traía un regalo entrañable: su copia personal de la Misa Campesina, que pone cada domingo por la mañana. Que fuera una copia pirata no le quita el más mínimo valor. La Misa Campesina forma parte de mis experiencias de juventud, y de alguna forma era lo poco que nos unía con Juan antes de conocernos. Tiene gracia que lo escogiera como regalo de despedida.

Ya en el aeropuerto, malas noticias. El vuelo a Miami se retrasa, y nos mandan a Houston, Amsterdam, Madrid y Barcelona. Por lo demás, todo bien, en silla de ruedas por todos los aeropuertos, y finalmente llegamos a Barcelona.

Barcelona es la misma, nosotros ya no.

Rafa

sábado, 8 de marzo de 2008

Día 15 - Quincho Barrilete

Hoy hemos ido al muelle a coger la panga de vuelta a Corn Island. Nos esperan 6 trayectos hasta Barcelona, uno en panga y 5 en avión. Hoy 3, hasta llegar a Managua vía Bluefields. Todo va puntualísimo, y nos plantamos en Managua antes de las 10. Una serie de confusiones hace que tengamos que esperar a Juan García, el ingeniero del Minsa, hasta las 11 y media. En realidad, las 10 y media, hora Nica. ¡A quien se le ocurre ser tan puntual!

Tampoco tenemos hotel en Managua, y las propuestas que nos hacen, sin ser descabelladas (50 a 70 €) nos parece que desentonan totalmente con el resto del viaje, y decidimos apostar por la "experiencia Quintana". La Quintana es un hospedaje en el que acostumbran a pasar las noches en Managua los cooperantes de Desos, y que nos aconsejaron nuestros compañeros del viaje anterior. No está en un lugar muy bueno, pero dicen que es barato. Cuando llegamos, preguntamos el precio, y a penas podemos contener nuestra cara de sorpresa cuando nos dicen 3 € por persona. Bueno, 3 y medio si cada uno quiere su propia habitación. Está más limpio que el hotelito Kelly, aunque el baño es común. El ambiente es muy familiar, y se acuerdan de "Pablo" (Pau) y las chelitas. El lugar es una auténtica experiencia, aunque yo este capítulo de los alojamientos modestos ya lo había cerrado con mis viajes de mochilero, hace ya más de 20 años.

Dejamos nuestras cosas y pedimos a Juan que nos lleve a algún sitio típico a comer. Aquí de nuevo parece que las diferencias culturales hacen su aparición, porque acabamos en el "food court" de un centro comercial, escogiendo entre McDonalds, Burger King o Subways. Pedimos una pizza, y decidimos ir a Masaya por la tarde. Masaya tiene fama de un lugar interesante, y está a sólo 30 km de Managua.

Entre los taxis del centro comercial, negociamos con uno. Por 15 € nos lleva, nos espera y nos trae. Además, incluido en el precio entró una lección de historia en primera persona. Guerrillero del FSLN desde los 16 años y ahora firme defensor de la paz y de Daniel Ortega, nos contó numerosos episodios de la historia de Nicaragua.

En Masaya fuimos al mercado antiguo, un mercado de artesanías turístico pero muy agradable, donde varios grupos de música tradicional tocaban la marimba, mientras algunos talluditos, hartos de cerveza, intentaban bailar las danzas típicas. Nosotros contribuimos a la causa con un par de cervezas antes de volver. En el mercado, Juan me regaló una guayabera azul muy elegante, y decidí estrenarla el mismo día, en el concierto de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina, en la "Casa de los Mejía Godoy".

Los Mejía Godoy son tres hermanos, Carlos, el más famoso, Luis Enrique, cantautor, y otro que pinta, muy bien por cierto, por lo que vi en los cuadros expuestos en la casa. Es un restaurante concierto. Pedimos comida típica nicaragüense, incluido "vigorón" (yuca hervida y corteza de cerdo frita). Cuando vi entrar a Carlos Mejía Godoy por la puerta me invadió una ola de nostalgia. Sólo pensar en Quincho Barrilete, Son tus perjúmenes mujer, El Cristo de Palacagüina, la Misa Campesina, o Maria de los Guardias, me trasladé directamente a mi infancia, a la OTI, y a los primeros años de mi adolescencia, durante la revolución del FSLN.

No se me ocurre una mejor forma de despedirnos de Nicaragua que con este concierto. "Nicaragua Nicaragüita", "Yo te amo Nicaragua", y la inédita "La loma de Bluefields", fueron los himnos de despedida con que este maravilloso país nos despedía.

Rafa

viernes, 7 de marzo de 2008

Día 14 - El día de la Iguana

Hoy hemos desayunado en nuestro hotel, porque es de los pocos sitios en Nicaragua que nos han ofrecido café, y eso tira mucho, pero luego hemos decidido pasar el resto del día en el hotel La Iguana. He tenido que caminar un ratito con muletas. Unos 500 metros bordeando el mar, y luego como un kilómetro por un camino que cruza la isla hasta el otro lado, más salvaje y menos desarrollado. Llena de cocoteros, la playa del hotel La Iguana, o playa de Carlos, como indica un signo, es muy agradable, y llena de hamacas. Nos hemos tumbado a la bartola hasta que nos ha venido hambre. Joan y Lluc se han metido por unos caminos y no sé muy bien de donde han venido con 3 pescados, gallo pinto con coco, tostones y ensalada. Nos lo hemos comido en la playa, y más rato a la bartola.

Luego hemos ido a cenar al restaurante de La Iguana. Es una terracita, menú fijo, y mesas comunes. Hemos compartido la cena con un joyero de Seattle, que estaba solo porque su novia se había ido a conocer a una sobrina recién nacida. La conversación ha sido amena, pero mañana la panga sale a las 7, y hay que madrugar. Hemos vuelto deshaciendo el camino, sólo que de noche era mucho más interesante, y las estrellas parecía que se iban a caer del cielo.

Rafa

jueves, 6 de marzo de 2008

Día 13 - Little Corn Island

Nos levantamos muy temprano, cogemos el taxi, ya de forma automática, y nos dirigimos al aeropuerto. Teníamos curiosidad por saber si aquel proceso surrealista había acabado o no en una reserva, y sí, allí estaban nuestros nombres. Pagamos los billetes, nos vuelven a pesar, y tras una breve espera, puntualísimos salimos a Corn Island en una avioneta como de 30 plazas, más del doble que la que nos trajo a Bluefields desde Managua.

Ya desde el avión se ven unas playas la mar de apetecibles. Estamos llegando totalmente a la aventura, sin mapas, ni guías, ni hotel, ni nada. He visto unos suizos en el aeropuerto, y ya les preguntaremos cuando lleguemos, estos siempre van muy informados. Al llegar, charlamos un ratito con un taxista, que nos informa que la panga para la isla pequeña sale a las 10, y son sólo las 8, así que así, en caliente decidimos irnos a la otra isla. Ya que estamos aquí, pues hasta el final.

En Corn Island, parece mucho más dominado por los criollos, todos negros y hablando inglés, o algo que se le parece. Decidimos desayunar en el comedor del muelle. En la mesa común hay dos chicas criollas espectaculares comiendo algo que no reconocemos. Les preguntamos, y nos dicen que son tacos. !Tacos para todos¡ Si ellas los comen y están como están, tiene que sentar bien. Con el jugo de tamarindo están buenísimos. Todo el mundo habla criollo. La hija le dice a su madre, dueña del bar, "white man don't pay", refiriéndose a nosotros, y creyendo que no la entendíamos. Pescamos la indirecta, y pagamos. Muy barato.

Esperamos un ratito en el muelle y puntualísima, la panga carga su pasaje y sale pitando hacia Little Corn Island. Curiosamente, una panga mediana lleva 2 motores de 200 HP cada uno. Mmmm...... ¿No hará pluriempleo por las noches? Ahora se entiende algo mejor la disputa entre Nicaragua y Colombia por el control de los mares territoriales entre los dos. Tiene que haber traficantes de todo. Con semejante potencia, llegamos en 20 minutos a little Corn Island. Para ser un sitio tan remoto, tiene muelle, electricidad, agua corriente y hasta cibercafés. Lo que hace el turismo. No hay muchos hoteles, y nos vienen a buscar al muelle intentándonos llevar a éste o al otro, pero nos los sacamos de encima, nos sentamos cerca del mar, y de momento unas Toñas para todos, que estamos de vacaciones.

Pasamos un rato descansando, y luego Joan y Lluc se van a explorar la isla para decidir donde alojarnos. Tardan menos de hora y media en dar la vuelta a toda la isla. Nos habían hablado del alojamiento de una catalana y un americano, "Derek's place", pero resulta ser una especie de comuna hippy. Finalmente decidimos quedarnos en Los Delfines, uno de los lugares de más lujo de la isla. Aunque es modesto tiene aire acondicionado y los precios en dólares. La Iguana es un lugar mejor situado, y más agradable, pero más incómodo para mi porque son cabañas y es más inaccesible.

Comemos langosta, siesta, vemos la puesta de sol, cenamos langosta, cervezas. La langosta vale 5 Euros ("casi como en Fornells" ironizan mis compañeros menorquines). Presos del remordimiento nos ponemos a seleccionar las fotos, y conseguimos seleccionar unas 130 de las más de 1.600 que tenemos, que ilustran nuestro proyecto. Luego seleccionamos otras 140 por su "valor artístico". Al menos hemos hecho algo productivo antes de ir a la cama.

Rafa

miércoles, 5 de marzo de 2008

Día 12 – La despedida de Bluefields

Esta mañana a las 8 empezamos la capacitación. Durante una hora les doy detalles y más detalles técnicos sobre el sistema. Tenemos que traspasarles la información para que puedan mantener ellos el sistema. No pretendo que lo memoricen todo, pero sí prepararlos para que entiendan los manuales técnicos que les proporcionaremos. En general parece que la información es bien recibida.

Luego llama Don Leónidas, que nos dice que la placa solar está muy baja, y que el ordenador no se puede arrancar, y van a buscar un generador (planta). De nuevo se demuestra el gran acierto de haber incluido un teléfono IP, de bajo consumo, como alternativa al ordenador. Finalmente, todo en orden y empezamos las prácticas. Uno por uno van pasando por los 7 ejercicios que hemos preparado, y a las 11 terminamos. Les invitamos a todos al evento de despedida en La Loma, y damos el proyecto por cerrado, por lo que respecta a Joan y a mí. Lluc tiene que hacer más formación, hacer un seguimiento del proyecto, y escribir la documentación.

Nos invitan a comer en el hospital, pero como hay un grupo numeroso de cooperantes de EE.UU., acabamos comiendo en la biblioteca, y charlando animadamente con la Dra. Castro. Nos comenta su visión de la siguiente fase, que incluye el cableado del hospital, la creación de una red con servidor para establecer procesos basados en la comunicación electrónica, y la comunicación con otras comunidades aisladas, con altos índices de mortalidad de madres y niños. Luego vamos a casa, charlamos por Skype con nuestras respectivas familias, y nos vamos a comprar unos souvenirs. La elección es muy, muy limitada, pero algo encontramos. Luego nos vamos para La Loma para la fiesta de despedida. Poco a poco va llegando gente. Al principio parece que vamos a ser muy pocos, pero finalmente van llegando, hora Nica, hasta ser prácticamente los 20 que habíamos previsto. Comemos, bebemos, charlamos, escuchamos música latina con unos videos proyectados en una pantalla enorme, nos despedimos, y a las 10:30 nos volvemos a casa. Mañana, a Corn Island.

RafaPublicar entrada

martes, 4 de marzo de 2008

Día 11 – Internet llega al Kukra River

Esta mañana nos hemos levantado algo más tarde, y hemos ido al banco a cambiar. He vuelto a usar la cola especial para discapacitados, y nos hemos ahorrado una media hora. A la salida queríamos ir al aeropuerto a reservar el billete de vuelta a Managua, y un viaje a Corn Island, pero nos hemos encontrado a Ernesto, que nos ha recomendado ir a la oficina principal de La Costeña, junto enfrente del Banco. Hemos pensado que allí podríamos cerrar todos los temas. Ilusos.

Al entrar en la oficina, daba más la impresión de una casa particular o una cafetería que las oficinas de una línea aerea. La chica en la ventanilla, criolla, nos informa que hay 4 vuelos a Managua el sábado. Decidimos reservar el penúltimo, a las 10 de la mañana. Luego nos informa que hay dos vuelos a Corn Island, a las 7 y a las 8. Le preguntamos qué vuelos hay de vuelta, y nos dice que no lo sabe. No sabemos si lo hemos entendido bien, y le volvemos a preguntar, no lo sabe, a pesar de que es la oficina principal de la línea aérea. Nos ofrece llamar al aeropuerto para averiguarlo. Luego, nos damos cuenta que en la parte de atrás del billete de Managua a Bluefields vienen todos los horarios. La chica no sólo no es capaz de mirar los horarios en un folleto, sino que los que en teoría sabía nos los dice sólo aproximadamente bien. El vuelo de las 7 en realidad es a las 7:40. Queremos reservar y nos hace apuntar los nombres en un papel, y llama por teléfono al aeropuerto. Ni un ordenador, ni sistema de reservas, ni confirmación por escrito. Nada. Además, a mitad de la conversación con el aeropuerto, nos mira y dice una de las frases memorables del viaje: “Este sábado cae en martes”. Incapaces de comprender la profundidad Borgiana de esta frase, nos quedamos atónitos, y ella sigue a lo suyo. Cuando le pedimos algún resguardo de la reserva dice: “Quédense tranquilos, ya está todo reservado”. Tranquilos no es exactamente la palabra que describe nuestro estado de ánimo, pero decidimos aceptar la situación como parte de la idiosincracia del lugar. Veremos si hemos hecho bien.

Luego, Ernesto nos acompaña a un comedor popular. A diferencia de los restaurantes a los que hemos estado yendo, estos comedores populares tienen 3 o 4 platos, tienen jugos “fresco natural”, y valen la mitad. Vendremos luego.

Vamos al hospital dispuesto a poner una conexión de Internet. La configuración es simple, sólo hay que poner un router entre la red privada que hemos instalado y el hospital, que hace las veces de servidor de Internet. La programación del router es trivial, sólo hay que configurar la parte WAN para que se conecte a la red del hospital, y la parte LAN para que sea la pasarela de nuestra subred. Ahora sólo hay que tender el cable hasta el switch más próximo, pero el problema es que la última vez que intentamos conectarnos, no funcionó. Una breve conversación con la Dra. Castro, que resulta saber mucho de redes además de medicina, revela el problema: el switch principal del hospital está fundido, y la solicitud de compra de uno nuevo a Managua lleva meses. Y nosotros elucubrando si sería un filtrado por direcciones MAC. Decidimos cortar por lo sano, y Lluch va a Tech House a comprar un nuevo switch, que le cuesta 30 €. En cuanto lo ponemos, devolvemos la conexión al 90% de las máquinas del hospital, que llevaban semanas o meses sin red ni Internet. Nos convertimos en un poco héroes para la Dra. Castro. Dado que Cecilio se ha ido a comer y hasta la 1:30 no viene y no hay escalera, nos vamos al comedor popular.

Después de comer, nos hacemos preparar una taza de café Toro que hemos traído de casa para vencer la modorra, volvemos al hospital y empezamos a tender el cable, que requiere 40 m, que conseguimos empalmando uno nuestro de 30 y uno que nos da la Dra. Castro de 10 (ahora hace lo que sea por nosotros). Todos los cables del hospital están tirados por encima de los tejados y colgando por el aire de ventana a ventana, pero nosotros nos negamos a hacer estas chapuzas y nos empeñamos en pasarlo por el falso techo, a pesar de la resistencia de Cecilio. Levantamos tapas del falso techo y Lluc se encarama de nuevo al reducido espacio que queda entre la chapa del tejado y las vigas del techo. En un momento dado, tiene que reptar por debajo de una viga, con poco más de 30 cm de paso. Con una linterna vamos iluminando los puntos por los que tiene que pasar el cable para que los identifique desde dentro. Juan García se añade a la aventura y también se mete en el falso techo. Lluc y Juan acaban llenos de polvo y telarañas, pero el cable está pasado profesionalmente. La Aurora ya tiene Internet, y Ernesto se añade a nuestro club de fans incondicionales.

Mientras estamos haciendo las pruebas, conocemos al Dr. Salud Silva, el que asistió a Ernesto en el caso del niño sietemesino, usando el recién instalado teléfono. También pedimos a Ernesto que nos saque fotos del niño, porque está en neonatos y no podemos entrar.

Mañana toca capacitación. Hay que hacer una presentación técnica a los responsables más preparados del hospital, y luego hacerles las prácticas de usuario. Vamos al auditorio, y hacemos algunos ajustes en la configuración de red para poder organizar la videoconferencia en el propio auditorio, proyectando la imagen de La Aurora en la pantalla grande. Todo funciona bien, y nos vamos a casa a preparar la presentación. Nos ponemos a trabajar un rato, y luego vamos a cenar a La Loma. Allí pactamos con el dueño una celebración para unas 20 personas para mañana miércoles, que cuesta menos de 5 € por persona, con cena y bebida incluídas. Queremos hacer un evento de cierre de proyecto y para despedirnos de todo el mundo. Luego seguimos trabajando y no acabamos hasta la 1, pero nos queda una presentación a la altura del resto del proyecto.

Rafa

lunes, 3 de marzo de 2008

Día 10 – La experiencia “panga”

Hoy salimos con la panga del Chino. Dicen que es la más rápida, y que suele llegar a las 11, es decir, 5 horas después de salir, a las 6 de la mañana. He dormido intranquilo porque no me imaginaba muy bien como iba a bajar el lodazal hasta la panga, pero no ha resultado tan difícil, y a las 5 y media ya estábamos con el equipaje a punto de embarcar. No hay mucha gente, nos colocan el equipaje en un compartimento cerrado, ya las 6 en punto zarpamos. La panga es cómoda, más o menos como la del MINSA, pero con un motor de 40 caballos. Con nosotros vienen Lorna y las chelitas. Las chelitas llevaban un pollo pequeño joven atado por una pata, que se les iba cagando todo el rato sobre sus equipajes. Bromeaban que iba a ser un gallo de pelea.

Todo va como una seda hasta que al cabo de 20 minutos nos cruzamos con la panga del Tigre, que está ayudando a otra que tiene el motor averiado. Paramos y esperamos un rato, hasta que consiguen repararla y volvemos a salir. Parece que sólo ha sido un susto, y nos alejamos de la panga del Tigre, que llevaba 3 cerdos adultos a punto de matar, que desprendían un olor ediondo. Si el Chino llega a llevar esos cerdos en su panga, me tengo que bajar. Prefiero ir nadando. Sin embargo, al cabo de poco, regresamos. Parece que la reparación no ha sido efectiva, y empiezan los problemas. Todo el pasaje y la carga de la panga averiada pasa a la nuestra, con lo que al cabo de un rato, y de recoger más pasaje, vamos con la borda casi en el agua y con el motor a penas pudiendo con el peso. La panga lleva más de 40 personas, sacos de frijoles, de elote (maíz), todo tipo de bultos, quilos y quilos de queso rezumando suero por todos lados, y el sol pegando fuerte. Cuando se iba el sol, venía la lluvia. El pasaje por la bahía se hizo interminable, con los rociones mojando justo a los de nuestra fila. Al cabo de 7 horas, a la 1 de la tarde, poníamos el pie en el suelo.

La llegada a Bluefields es caótica. La Panga llega a un muelle minúsculo, atestado de gente que ha venido a comprar las mercancías que traen de las comunidades. En un espacio de menos de 30 metros cuadrados se descargan maletas, negocian compras de frijoles, se venden cuajadas al detalle, se cobra el pasaje y yo intento que no me machaque el pie defendiéndome con mis muletas. Por fin salen nuestros equipajes, que habían quedado sepultados bajos cientos de quilos de frijoles y maíz, y nos vamos a casa en taxi.

Llamamos a casa, porque hacía 3 días que no sabían nada de nosotros, y llamamos a Juan García. Quedamos para que nos pasen a buscar por la Ola a las 3 para ir al cerro a apuntar mejor las antenas. Comemos tranquilos y frescos, y a la hora convenida, más o menos, nos vienen a buscar. Pasamos por el hospital a buscar herramientas y comprobar que el equipo de la Aurora está en marcha, y subimos al cerro. Uno se acostumbra a todo, y el viaje que nos impacto tanto la primera vez ya no nos parece tan horroroso. Esta capacidad de adaptación, que debe ser necesaria para la supervivencia, a veces me entristece, porque nos quita la motivación para reaccionar ante las cosas.

En el cerro hay más trabajo del que preveíamos. Para apuntar las antenas, hay que moverlas de sitio porque uno de los hierros de la torre limitaba sus movimientos. Estamos desde las 3 y media hasta las 6, y Joan y Lluc están encaramados a 10 metros de altura prácticamente todo el rato. Mejoramos 7 dB la comunicación, lo que en la práctica significa que la velocidad del enlace puede mejorar de 1 a 5.5 mbps. El enlace con el hospital no mejora, de hecho empeora, seguramente por la nueva posición de la antena, pero como sigue estando mucho mejor que el otro enlace, lo damos por bueno.

Nos llevan a la casa. Llamo a Gloria Mangas, la abogada que había luchado tanto por este proyecto cuando TSF estuvo aquí hace año y medio, pero que ahora está desvinculada de Desos. Se lleva una gran alegría cuando le digo que el proyecto finalmente se ha podido llevar a cabo. Ella es ahora directora en la RAAS del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), y nos invita a establecer una colaboración. Está ahora en Managua, y quedamos en vernos el miércoles por la tarde, cuando tenemos planeado hacer una pequeña celebración de fin de proyecto.

Nos llama Ernesto, el doctor de la Aurora. Está en Bluefields. Resulta que la emergencia era una embarazada de 7 meses, que llegó sangrando a la consulta, después de caminar 3 horas desde su comunidad. Estaba dilatada de 3 cm, y el feto tenía taquicardia (Ernesto tiene un aparato Doppler para este diagnóstico). Este fue el primer caso para nuestro proyecto. Ernesto inmediatament llamó por teléfono al hospital, y se puso en contacto con el doctor Salud Silva, un médico con más experiencia que también había hecho su servicio social en La Aurora. El doctor Silva le indicó a Ernesto qué le tenía que administrar a la madre, y quedaron de acuerdo en trasladarla urgentemente al hospital. Las embarazadas tienen el combustible pagado. En el hospital le pudieron inyectar 3 dosis de corticoides para acelerar el desarrollo de los pulmones antes de que la madre diera finalmente a luz a un bebé de 1,6 Kg, con grandes posibilidades de sobrevivir.

No podíamos haber pedido un caso mejor para inaugurar nuestro proyecto. Imaginamos como debía ser antes, con Ernesto teniendo que tomar él solo las decisiones, apenas un año después de acabar la carrera, y sin tener aún la especialidad. La posibilidad de consultar con un especialista con experiencia parece lo mínimo que se le debe condecer a un médico en la situación de Ernesto. Ni que decir tiene que nos sentimos muy orgullosos de nuestro trabajo, y completamente convencidos de su utilidad. No arreglaremos el mundo, pero sí ayudamos mucho a unas pocas personas. En la perspectiva global, nuestro proyecto es insignificante, pero para esta madre, que además era primeriza, puede haber significado la diferencia entre un hijo sano o un aborto a bordo de una panga. Mucho más no podemos pedir.

Quedamos para cenar con Ernesto. Viene a la casa, y vamos al Luna's Ranch, que él nos recomienda. Como todos los restaurantes a los que vamos, está prácticamente vacío. En este restaurante, lleno de fotos antiguas de Bluefields, tienen pescado. A pesar de estar en una bahía, a penas hay pescado en Bluefields. Pedimos dos pargos y una langosta al ajillo. Nunca habíamos pedido langosta porque el precio nos parecía tan barato, que pensábamos que había gato encerrado. Ernesto nos animó, y resultó que era una langosta normal, que efectivamente es sorprendentemente barata. El lugar nos encanta, pero nos estamos quedando sin noches para repetir.

Después de cenar, llegamos a casa, y conseguimos conectarnos a Internet usando la conexión inalámbrica de un vecino de abajo. Nos ponemos al día del correo electrónico, subo las crónicas a blogspot, y a la cama.

Rafa

domingo, 2 de marzo de 2008

Día 9 – Capacitando a Conchito

Esta mañana nos hemos levantado temprano, y nos hemos ido a desayunar a casa de Diego y Lucía Martínez. Lucía es la señora que nos ha estado preparando las comidas todos los días, pero hasta ahora nos lo llevaba al puesto de salud ya servido en platos dentro de una palangana, tapado con un trapo. Hoy hemos ido a su casa, y hemos visto como lo preparaba.

El comedor-cocina es una estancia grande, con el suelo de tierra, por el que un grupo de pollitos van locos recogiendo cualquier migaja que se le cae a doña Lucía, muy a menudo a propósito. El suelo está impecable, por supuesto. Un gato se los mira detenidamente pero está bien adiestrado. Uno de los pollitos es cojo. Parece que un chancho le pisó la pata. Va arrastrándo la pata rota mientras con la otra se da fuertes impulsos. Me recuerda a mí con el yeso, pobre pollito.

La cocina es de leña, el agua de un balde, y el desague la arcilla del suelo, que absorbe rápidamente el agua de lavar los platos. Doña Lucía nos prepara una tortillas de maíz, que fríe sobre una plancha especial sobre le fuego de leña, luego un revuelto de huevos con tomate y cebolla, acompañado del omnipresente gallo pinto (frijoles con arroz). Un trozo de cuajada (algo a medio camino entre el queso fresco y el requesón) y una taza de café completan el desayuno. Hablamos con doña Lucía y con su marido Diego. Tienen dos hijos, aunque nos cuentan que lo más normal es tener 10 o 12 hijos (vivos, nacidos algunos más).

A las 10 hemos quedado con Conchito para su formación especial. El llega 10 minutos antes, se nota que tiene muchas ganas de aprender. Como Joan trabajó dos veranos formando a jubilados en el uso de los ordenadores, decidimos que sea él el que se encargue, Lluc observe para cuando le toque a él, y yo salgo de la sala para intimidarle menos. Me quedo fuera en la hamaca escuchando. Joan tiene mucha paciencia y es muy metódico, se nota que tiene muchas horas de práctica, y Conchito pone mucho interés. Como resultado va avanzando, desde el uso del ratón, el teclado, las ventanas de Windows, dobles clicks, arrastrar iconos, incluso abrir un documento de texto. El éxito es tal, que deciden pasar a las prácticas de comunicación. Conchito pasa bien las prácticas de videoconferencia y chat. Ojalá todos los alumnos que tenemos tuvieran la actitud e interés de Conchito.

A todo esto se presenta un chico joven, rodeado de sus familiares, con un pañuelo cubriéndole el ojo. Parece que un borracho le había dado un golpe con un palo, y la policía le había mandado para que Ernesto hiciera un dictamen forense. Ernesto reclama un oficio por escrito de la policía, sino dice que se limitará a reconocerle el ojo pero no emitirá dictamen. Otra cosa no habrá en Nicaragua, pero papeleo sobra.

Nos ponemos a apuntar la antena para intentar rascar algún decibelio de potencia. Observo que en un canal se recibe más potencia que en el otro, y decido cambiar de canal en uno de los sentidos de la comunicación. Error. Al cambiar el canal a la vez que se estaba moviendo la antena, se activó el modo de rearranque del equipo VIP cuando pierde la conexión con uno de los enlaces, y este rearranque estaba configurado para 15 minutos. La secuencia real de eventos no fue exactamente esta, primero, pérdida de conexión, luego pánico, luego contar hasta diez, luego reflexionar qué podía haber pasado, luego elaborar la hipótesis del rearranque (Single Node Reboot), luego espera impaciente de 15 minutos, y finalmente, cuando se volvió a establecer la conexión, suspiro de alivio, y promesa de no volver a tocar lo que esté funcionando.

Doña Lucía nos trae la comida, que no describo por no ser reiterativo, y con Ernesto decidimos ir a ver el partido de baseball. Jugaba La Aurora contra otro equipo. La caminata hasta el campo es larga. El estadio está bien, con unas buenas gradas cerca del diamante. De hecho es lo más profesionalmente construido que hay en La Aurora. En el mismo campo también hay porterías de fútbol. Vemos unas cuantas entradas, cuando un niño viene corriendo a buscar al doctor. Ernesto sale corriendo y no volvemos a saber de él en todo el día.

Nos aburrimos del baseball y decidimos ir a ver la alcaldía, donde están las chelitas, y donde se alojaron Toni, Albert, Pau y Neus cuando estuvieron por aquí. Llegamos y estaban la chelitas, Leónidas y Lorna comiendo macarrones con pescado, a las 3 de la tarde. Les habían contagiado el horario español, porque en Nicaragua comemos entre las 12 y la 1. Estamos un rato en la alcaldía, y Lluc insiste en que se quiere ir a bañar al río. Yo les acompaño, sin bañarme, claro. La caminata es larga, y pasa por el proyecto que Desos está construyendo de un trillo para descascarillar arroz. Lluc y Joan se bañan, y volvemos a la casa donde nos alojamos. Estoy molido y lleno de sudor. Pido a Joan que me lleve un balde de agua y una silla de plástico a la ducha. Sentado, enjabonándome, echándome agua con el balde, y afeitándome, me doy una de las mejores duchas de mi vida. Luego Joan y Lluc se van a jugar a basquet con Alexander, hijo de Diego y Lucía, y yo me hecho una siesta memorable en la hamaca.

Luego vamos a cenar otra vez a la casa de los Martínez. Esta vez, por primera vez, no hay pollo, hay huevos fritos. El resto igual. Nos da limonada para beber. Cenamos con velas, y doña Lucía lo va preparando todo con su linterna de pilas. Le pedimos que nos prepare un poco de desayuno para el viaje del día siguiente, y nos pone unas tortillas de maíz y un trozo de cuajada en una bolsa. A la hora de pagar, nos damos cuenta que mi cartera y mi mochila se han quedado cerradas en el centro de salud. Lluc y Alexander van a buscar a Ernesto. Cuando vuelven, cuentan que les ha abierto la enfermera, porque Ernesto ha tenido que salir con una emergencia al hospital de Bluefields. Nos vamos a la cama.

Rafa

sábado, 1 de marzo de 2008

Día 8 – Don Leónidas

Hoy ha sido un día tranquilo, como cabía esperar después de la actividad frenética de ayer. Nos hemos levantado a las 6:30, después de resistir durante más de una hora los cantos de los gallos. Nos hemos lavado como gatos en los depósitos de agua que se llenan con el agua de lluvia que cae del tejado del centro de salud, y hemos desayunado un “polvorón” con leche malteada que nos ha dado Juan García.

Hacia las 8 nos ponemos a reparar el cable. Resulta que al poner cinta aislante, la pestaña del conector UTP había quedado apretada, y a la más mínima tensión se había salido del conector de empalme. Esto nos enseña una lección: el proyecto más sofisticado puede irse al garete por el detalle más nimio. Todo el enlace caído por una simple pestañita de plástico. Una vez reparado, he estado un rato comprobando la conexión, para preparar la sesión de formación de las 10 de la mañana. Asistirán el doctor Ernesto Ulloa, don Leónidas y Lorna, de Desos, y Conchito (Concepción), un miembro del equipo. Haremos una sesión teórica de media hora, y hemos quedado con José Arana para que nos haga de “sparring” de la conexión a las 10:30.

Joan y Lluc se han ido a dar una vuelta con don Leónidas, y han llegado todos un poco tarde, pero como a las 10:20 nos sentamos alrededor de una mesa, y empiezo a explicarles como está diseñado el sistema. Uso folio y bolígrafo a modo de pizarra. El objetivo es que entiendan como debe estar todo conectado, y los diferentes tipos de cable, por si algún día hay que reconectarlo o repararlo en nuestra ausencia. Parece que lo captan bien. Luego hemos pasado a hacer la sesión práctica. Hemos diseñado la siguiente secuencia de prácticas:

  1. Llamar por teléfono al Hospital de Bluefields y recibir una llamada del mismo.

  2. Establecer una videoconferencia con Netmeeting.

  3. Mantener un chat de texto con Netmeeting.

  4. Enviar y recibir un archivo con Netmeeting.

  5. Compartir un dibujo en la pizarra (whiteboard) de Netmeeting.

  6. Compartir una ventana de aplicación con Netmeeting.

  7. Transferir y recibir archivos a través de la carpeta compartida.

Justo cuando nos hemos puesto a hacer las prácticas, no iba el teléfono. Nos conectamos al VIP local pero no funciona el enlace con el cerro. ¡Pánico! ¿Nos hemos precipitado con las celebraciones? El desastre es tan completo que no lo podemos atribuir a un fallo del sistema. Debe ser que el cerro se ha quedado sin luz. El otro día técnicos de Enitel estaban utilizando nuestra regleta. Empezamos a imaginar escenarios de todo tipo, pero llegamos a la conclusión de que debe ser que el cerro no tiene electricidad, a pesar de que nos habían asegurado que tenían una planta generadora. Quedamos que reanudaremos las prácticas más adelante, cuando el sistema vuelva a funcionar, y don Leónidas y Lorna se van.

Aprovechamos el rato para que Ernesto me refuerce el yeso, utiliza un rollo y medio, que es un bien preciadísimo ya que como el centro de salud no es hospitalario, le dan el yeso con cuentagotas y como una excepción. Se lo agradezco enormemente porque la verdad es que la suela estaba quedándose debilitada. No es que ande mucho, pero los trayectos por La Aurora son accidentados, por colinas y prados. Además, ya venía un poco débil de Bluefields.

Justo unos minutos después suena el teléfono. Era José Arana, que nos cuenta que Bluefields se había quedado sin luz, ¡incluido el hospital. Estan colocando fibra óptica en la ciudad, y Enitel parece no tener escrúpulos a la hora de conectar y desconectar las líneas de teléfono y electricidad. Empezamos la capacitación con Ernesto, que pasa las siete pruebas en un periquete, y se muestra encantado con el sistema. Insiste en probar si sus trabajos de investigación, la mayoría en formato Word y Powerpoint, se transmiten bien. Escoge un archivo de 22M que tarda un poco pero llega sin problemas. El sonido de la videoconferencia tiene un poco de eco, pero todo lo demás funciona a la perfección, y eso que el nivel de potencia nos ha obligado a bajar la velocidad de conexión de 11 a 2 mbps.

Justo cuando estaba acabando la práctica número 7, llega un aviso de emergencia. Un grupo de 20 hombres de la comunidad “Nueva Rubén Darío” traen a un chico de 14 años en camilla. Cayó de un árbol de cabeza y no oye ni habla. Se les ve muy preocupados. Han salido esta mañana a las 7, y ahora son las 12:40. Casi seis horas atravesando cerros y ríos, en turnos de dos llevando al chico para que lo vea Ernesto. El incidente nos impacta tremendamente, y a la vez nos muestra de la forma más cruda posible la importancia que tiene este centro de salud y su médico para toda esta población. No podemos entender como podían estar conectados sólo con una radio, que ni siquiera conecta con la sala de emergencia. Ahora entendemos la alegría de Ernesto por tener un teléfono directo y un sistema de videoconferencia con las emergencias del hospital.

Nos ponemos a comer el pollo frito con arroz, frijoles y chile cabro que nos han traído, un poco apesadumbrados por la situación. Pero al final sale Ernesto y nos cuenta que el chico está bien, y que todo es consecuencia del shock de la caída. Lo ha sedado y dice que mañana estará bien. Nos alegramos mucho, porque no teníamos ganas de vivir un drama. Ernesto nos cuenta que al principio siempre que llegaban en camilla asumía que era algo muy grave, y se ponía nervioso, pero que ha visto que a menudo lo que asusta mucho a los familiares acaba siendo algo poco importante. Por otro lado, nos cuenta el caso de una señora mayor que llegó pensando que tenía hongos en el pie, y acabó en el hospital con el pie amputado por gangrena. Cuando Ernesto tiene una emergencia la refiere al hospital. Tienen una panga con un motor de 85 caballos que consume 15 galones en cada trayecto (unos 80 dólares, una verdadera fortuna por esta zona). El MINSA sólo paga el combustible cuando son embarazadas con complicaciones, o niños menores de 5 años en estado grave, y eso aún porque está financiado por Suecia. En el resto de casos, aunque sea una apendicitis, es el paciente el que tiene que pagar el combustible, aunque la atención médica sea gratuita. En la mayoría de los casos, la familia tiene que recurrir a una colecta o a endeudarse seriamente para conseguir los 80 dólares del trayecto de ida. Se entiende que la vuelta la hacen en panga normal (70 córdobas, 2,5 €).

Luego han vuelto don Leónidas, Lorna y Conchito a la capacitación. Primero se ha puesto los auriculares don Leónidas, y Lorna se ha colocado a su lado. Han pasado las siete prácticas con bastante éxito. Al final hemos hecho broma, simulando una pequeña ceremonia de graduación y tarareando “Pomp and circumstance”. Luego le tocaba a Conchito, pero se ha puesto muy nervioso. Aparentemente no ha utilizado nunca un ordenador, y era una locura hacerle pasar por las prácticas. Hemos quedado en hacer mañana una sesión previa de uso básico del ordenador, y luego una sesión adaptada con las prácticas más simples. No tenía sentido hacerle pasar un mal rato al pobre hombre. Para que no quedara como que no había hecho nada, hemos hecho la práctica del teléfono. Ha llamado y recibido una llamada del hospital, y ha quedado muy contento.

Luego, don Leónidas ha ido a buscar a Miguel, representante de Acción Médica, para que nos abra la casa de su ONG para que durmamos nosotros. Es una casa bien equipada que tienen cerrada, porque parece que ahora han reducido sus actividades en La Aurora. Detrás de la casa hay una letrina muy bien acondicionada, un pozo, y una ducha, que no es más que un recinto cerrado con tamaño de ducha, sin grifo ni desague. Se lleva un cubo de agua del pozo, y se ducha uno, tirándose agua encima con una palangana. El agua cae al suelo y se va por el suelo. Nos hemos duchado los tres, mientras un “chancho” merodeaba por los alrededores.

Luego hemos ido a avisar a la señora que nos preparaba las comidas que hoy iríamos a comer fuera, y nos hemos puesto de camino al bar de doña Chica, donde estuvimos ayer. Para llegar hay que trepar pendientes bastante fuertes por el monte, lo que yo acometo con enorme dedicación, con un plástico sobre el yeso, las muletas como apoyo imprescindible y una luz frontal de leds muy potente. Debo parecerles un extraterrestre a los lugareños. Por fin llegamos a donde doña Chica y está cerrado. Preguntamos a un señor. Le digo, "no somos de aqúi, ¿nos puede indicar dónde podemos ir a cenar?". Joan casi se cae al suelo de la risa, por lo de "no somos de aquí", yo, con la pinta que tengo. Nos dirigen a donde doña Rita, que nos da pollo, arroz, frijoles y, ¡sorpresa! ensalada de pepino con limón. No hay planta generadora, así que cenamos con velas, y bebemos limonada sin hielo. Ahora, a bailar al bar “El Almirante”, o como todo el mundo le llama, “La Conejera”, porque está en un lugar donde antes criaban conejos. Tiene una super planta, con música a todo trapo, luces de discoteca, y algunos CD colgados del techo para que hagan reflejos irisados. El ambiente está relajado. Conseguimos que el dueño nos cambie 50 dólares, porque nos estábamos quedando sin cambio. Al principio se resistió un poco pero con un cambio adecuado accedió. Al llegar nos encontramos a don Lionel, Lorna, a las “chelitas” Laura, Lídia y Marta (chele viene de leche, y es el nombre que nos dan en Nicaragua a los blancos de piel), que nos dijeron que el doctor nos estaba buscando. Al final llegó y entramos a la “discoteca”. Bebimos unas cervezas y bailaron los ritmos locales, que incluían la “punta”, rancheras y reaggeton. Las chelitas en Nicaragua eran igual que las suecas en España hace 40 años. Al final, no son más de 40 o 50 años lo que nos separa de esta parte rural de Nicaragua, quizá menos. A la entrada de la discoteca estaba el párking, sólo que en La Aurora no hay coches, y la fila era de mulas atadas a la verja. La gente llegaba y se iba, cogiendo y dejando sus mulas.

Al cabo de un rato salimos a sentarnos al fresco, y empecé a conversar con don Leónidas, al que durante el día por error llamé don Lionel. Tuvimos algunos problemas porque un borracho estuvo interrumpiéndonos con una tenacidad que si la tuviera para el trabajo, mejor le hubieran ido las cosas. Estaba hasta arriba de “guaro”, un destilado casero local. Don Leónidas nació en Bluefields y participó en la revolución Sandinista, haciéndose cargo de numerosos proyectos de alfabetización, concienciación social, utilizando técnicas como el teatro callejero, o sociodrama, para escenificar situaciones de violencia doméstica, drogaadicción y abusos sexuales, y provocar la reflexión entre la población, y animar a las víctimas a sacar sus casos a la luz.

Desde entonces no ha dejado de estar comprometido con el país, trabajando en proyectos de medicina rural, o en su especialidad de ingeniero agrónomo, como ahora, en proyectos de mejora de cultivos. Estan introduciendo cultivos como el cacao, compatibles con los cultivos tradicionales, pero de mayor valor añadido para el campesino porque producen productos exportables. También promueven proyectos de ganadería silvopastoril, que compatibiliza la explotación ganadera con el medio ambiente evitando la deforestación, ya que el ganado puede alimentarse sin tener que talar los árboles, o “palos”, como les llaman aquí. Don Leónidas me cuenta una serie de desencuentros que hubo entre Desos y Raíces Solidarias, que terminaron con cambios importantes en la gestión de los proyectos en Nicaragua. Se creó Desos Nicaragua, del que es director ejecutivo José Arana. Gloria Mangas, que había sido muy activa en la época en que Toni, Albert, Pau y Neus estuvieron aquí, se ha desvinculado, aparentemente por temas de salud. Intentaremos conocerla, ya que fue una persona tan importante para nuestros compañeros cuando estuvieron aquí.

Don Leónidas forma parte del grupo de antiguos militantes del FSLN que fundaron el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), al que pertenecen José Arana y su tío Moisés, antiguo alcalde de Bluefields y cónsul de Nicaragua en España (no me supieron decir qué ciudad). Se percibe un enorme desencanto con la figura de Daniel Ortega, y sobre todo con su hermano Humberto, a quien acusan de enriquecerse a cargo de las empresas públicas del país. Con mi yeso a cuestas, enfilo el camino a la casa, montamos las mosquiteras y a dormir. A Joan le cedemos la cama doble, porque necesita la diagonal para caber.

Rafa

viernes, 29 de febrero de 2008

Día 7 - ¡Contacto!

Nos levantamos a las 5, sin sueño, llenos de adrenalina, porque todos sabemos que hoy, 29 de Febrero, es el día D, el día clave de un proyecto que empezó a gestarse hace más de dos años, y que ha pasado por muchas vicisitudes. Todos los éxitos parciales conseguidos hasta ahora no servirán de nada si no conseguimos establecer la comunicación entre La Aurora y el Cerro Aberdeen, y son 33 k. Son 33 km que hay que salvar utilizando una potencia máxima de 23 dBm, menos de un cuarto de Watio, tan poca que el transmisor podría funcionar perfectamente a pilas. Un día magnífico, el 29 de Febrero, para ponerle la guinda a este proyecto.

A las 6 menos cuarto aún no ha aparecido nadie por la casa, a pesar de que habían prometido pasar a las 5 y media. Llamada, excusa de que van con la hora Nica, bronca medio en broma, medio en serio, y en seguida llegan. Bueno, todos, menos el ingeniero Juan García al que hay que pasar a buscar el último por el hotel, y nos hace esperar 20 minutos: se le han pegado las sábanas. Le silbamos desde la calle y aparece. Vamos al muelle, donde Rafael el panguero nos espera. El día amenaza lluvia pero Justo, el chofer, nos tranquiliza: por esta zona no lloverá. Llegamos al muelle, y justo cuando acabamos de cargar todo el equipaje y envolverlo en plástico, empieza a diluviar, bueno, empieza a diluviar según nosotros, según ellos es sólo una “garuba”, una lluvia suave. Justo, el chófer, no se ganará la vida como metereólogo, y yo me pongo de muy mal humor, porque pienso que podríamos haber salido ayer, que hacía bueno, si no se hubieran retrasado los equipos. Me da miedo que se nos moje algo y se vaya el proyecto al garete.

En el muelle estaban Laura, Lídia y Marta, y finalmente se añaden a la expedición. Partimos, pero no antes sin pasar más de media hora para que nos den el “zarpe”. Nos piden lista de nombres, luego vuelven a por las edades, y cuando pidieron los números de pasaporte Francisco ya se enfadó y le dieron el documento. A las 7 parece que ya salimos, a toda velocidad con los 115 caballos del fuera borda, que consume 1 galón cada cinco minutos (1 € cada dos minutos). Cuando ya estábamos a la altura del aeropuerto, Francisco se da cuenta de que se ha dejado las bridas. No lo dudo ni un momento ¡atrás! Las bridas fueron fundamentales en el cerro y seguramento lo volverán a ser en La Aurora. En el muelle, hemos de esperar a que el encargado, que normalmente entra a las 8, llegue rápido de su casa. Salimos por segunda vez a la 7:30.

El viaje empieza rápido, cruzando la bahía de Bluefields, lleno de pequeñas barcas pescando los camarones alevines, o “chacalines”, que aunque sean más baratos y menos apreciados, a mi me gustan más. La bahía está tan polucionada, que siempre los sirven completamente limpios de las tripas. El río es una larga sucesión de meandros, que en su tramo más bajo recorremos a toda velocidad, derrapando incluso. La vegetación es densa a lado y lado, y el río, completamente en calma, la refleja como un espejo. No vemos fauna, aunque dicen que suele haber “guajipales”, o cocodrilos, y tortugas. A medida que remontamos el río Kukra, el cauce se hace más estrecho, más lleno de troncos y piedras, y la velocidad disminuye sensiblemente, con lo que no sacamos partido de nuestro potente motor. Un recorrido que en la época de crecidas dura dos horas, nos lleva 3 horas y media, y a las 11, llegamos a la Aurora. Por el camino nos llueve a cántaros, o garuba, según a quien se le pregunte. Yo me pongo mi funda de plástico sobre el yeso, pero el resto, incluidos los pantalones se cala completamente. No sé por qué, me acuerdo de Justo. A mí sólo me preocupan mi yeso y los equipos. En realidad más los equipos.

El río está unos 3 ó 4 metros por debajo de su nivel normal, con lo que el muelle es una estructura inalcanzable a dos pisos de altura. Para subir, sólo hay un barrizal de más de 45 grados de pendiente, que normalmente es el lecho del río. No sé como voy a subir, pero finalmente encontramos un lugar por el que, con la inestimable ayuda de Joan y su 1,90 de estatura, consigo llegar a la parte de prado por donde ya puedo transitar más cómodamente. A duras penas descargan todo el equipaje. Cuando les veo dar resbalones con una caja enorme con un ordenador dentro, por un momento me pregunto si todo esto va a valer la pena, si no estaremos empeñándonos en traer a este lugar una tecnología que no se adapte o que nadie pide. Pero me obligo a concentrarme en la tarea que tenemos por delante. Demasiada gente ha luchado mucho por llegar a este momento, entre ellos Toni, Albert, Pau y Neus, y no voy a ser yo el que flaquee en este momento.

La Aurora nos impacta con un soplo de optimismo. Se respira paz. No sé por qué, pero es así. Hay prados verdes, casas de madera, campesinos en mulo con el machete al cinto, cerdos y perros compartiendo las calles, y mucha menos basura que en Bluefields. Eso si que es un soplo de aire fresco. Sea como fuere, el lugar nos pone la adrenalina al máximo, y con la ropa mojada y los pies embarrados, apunto con mi muleta hacia la torre de madera que nos han construido para alojar la antena. “Sólo está a 29 metros del centro de salud”, se disculpan. Nosotros habíamos pedido que estuviera a menos de 30 metros, pero por el camino, el mensaje se convirtió a que estuviera “al menos” a 30 metros. Cosas de la comunicación, el mayor problema en todos los proyectos, como les digo siempre a mis alumnos. En fin, el lugar de la torre es idóneo, en una loma, y tenemos cable suficiente, aunque haya que hacer un empalme. Para construir la torre estuvieron trabajando 8 voluntarios durante 5 días. La Torre es una estructura de 4 columnas, de 6 metros de altura, con una plataforma arriba de algo más de un metro cuadrado, idónea para trabajar y apuntar la antena. Además tiene una escalera en uno de los cuatro laterales. Ideal.

Nos ponemos a trabajar frenéticamente. Hay que hacer encajes en la madera, para lo que el machete se demuestra como la herramienta perfecta. Colocamos las bridas, el tubo galvanizado, la antena, el equipo, tendemos cables. A la 1:30, dos horas y media después de haber llegado ya tenemos todo listo. Ahora sí es el momento clave. Encontramos pequeños detalles que corregir. Parece que busquemos excusas para no enfrentarnos a la prueba final. Juan y Francisco han estado trabajando en conectar el nuevo inversor a las baterías, pero resulta que es demasiado potente y las baterías no dan a basto. Por suerte otra ONG, Acción Médica, ha prestado uno. Entre tanto, nos traen un generador de gasoil de 900 Watios, al que añaden un litro de gasolina de una botella de plástico. Calculamos el consumo de nuestros equipos: menos de 500 Watios. Arrancamos el generador. La luz del Power Insertion Unit se pone verde, esto está bien. Arrancamos el ordenador. Telnet 192.168.1.42. Contesta el VIP de La Aurora. Login: public. Show. Aparece el enlace con el cerro. Alegría general, el enlace está establecido, aunque la potencia recibida es baja. ¿Funcionará el teléfono? Marco el 101. Suena y suena, parece que funciona, pero nadie contesta. Finalmente, una voz al otro lado confirma que estamos hablando con el hospital de Bluefields. ¡Contacto!

La alegría general es inmensa. Todo el mundo considera fantástico tener contacto telefónico con el hospital, especialmente Ernesto Ulloa, un médico joven que lleva un año de servicio social en La Aurora. El servicio social es obligatorio para todos los médicos recien licenciados antes de especializarse. Es la manera que tiene el MINSA de proveer de sanidad a las zonas rurales a muy bajo coste. En el caso de La Aurora, Ernesto atiende a una población de 20.000 habitantes, distribuida en una zona de 32 comunidades, las más lejanas a 7 horas a pie. Ernesto está encantado con el proyecto, tanto que él mismo pasó toda la semana dedicando todos sus ratos libres a construir la torre. No hay duda, el proyecto era muy necesitado, y es muy, pero que muy apreciado. Don Leónidas, el ingeniero de Desos en La Aurora, también está muy contento, y también colaboró mucho en la construcción de la torre.

Ahora ya podemos colocar las maletas. Nos habíamos puesto a trabajar tan de inmediato, que ni siquiera nos habíamos colocado. Finalmente hoy dormiremos en el propio centro de salud. A mí me toca la sala de partos. Dormiré al lado de la mesa de partos, en la cama en la que las madres pasan las primeras horas con sus bebés.

Nos ponemos a comer la comida que nos han traído de una casa: arroz, frijoles y pollo frito, aderezado con “chile cabro”, unos pimientos muy picantes. ¡Qué a gusto se come cuando el trabajo ha salido bien! Después de comer hacemos algunas pruebas de videoconferencia, transferencia de archivos y llamadas telefónicas. El teléfono se oye perfecto, la transferencia de archivos es muy rápida, y archivos de varios megas pasan en menos de un minuto. La videoconferencia tiene algo menos de calidad, pero estamos seguros que parte del problema es de la aplicación Netmeeting, que es la que usamos para las videoconferencias. Sin embargo, el enlace está funcionando algo al límite de la potencia mínima necesaria. Habrá que intentar apuntar mejor las antenas. Lo intentamos con la antena de La Aurora, pero no conseguimos gran cosa. Esperemos que en la del cerro si que encontremos mejoría. A última hora, el enlace deja de funcionar. Parece que Juan García, al graparlo sobre las vigas del tejado, ha forzado el empalme y se debe haber soltado. Ya lo repararemos mañana.

Hoy hay que celebrarlo. Llevamos muchos días en tensión, pensando casi sólo en el proyecto, y hoy toca alegrarse. Vamos a cenar donde la “Chica” (Francisca), y nos sirve: pollo frito, arroz, frijoles y chiles cabros. Bebemos muchas Toñas y, lo prometido es deuda, fumo uno de los cigarrillos de Lluc, asombrando a todo el mundo con mi habilidad para liarlo. En el camino de vuelta, siempre con mi bolsa protegiendo el pie, observamos un cielo plagado de estrellas. Volvemos al centro de salud, y a dormir, que hoy nos lo hemos ganado.

Rafa

jueves, 28 de febrero de 2008

Día 6 – Obligados a dar un frenazo

Los dos ordenadores, que tenían que haber llegado lunes o martes, en el último avión de ayer aún no habían llegado. Los han mandado como carga en la línea aérea “La Costeña”, con la que vinimos, y que si tiene el avión lleno, bajan la carga. Parece que están teniendo mucho éxito, porque en el primer avión de esta mañana, tampoco han llegado. He estado llamando a Francisco cada media hora desde las 7:30. Al menos se habrá percatado de la importancia del tema.

Nos han prometido que en el avión de las 11 si llegarían, así que nos hemos ido a la ferretería, y hemos comprado:

  • Más tuerca y más arandelas para las bridas.

  • Cable mangera y clavijas eléctricas.

  • Dos varillas de cobre, y 9 metros de hilo monofilar grueso para montar un pararayos.

  • Dos regletas de conexión.

  • 6 litros de agua destilada para el mantenimiento de las baterías.

En la ferretería hemos decidido que no tenía sentido ir hoy a La Aurora, porque llegaríamos con sólo 2 o 3 horas de luz. Hemos decidido salir mañana a las 6 de la mañana. Ellos han bromeado con que serían las 6 hora “Nica”, es decir, las 7. Ahí nos hemos cuadrado y hemos dejado claro que serían las 6, hora britá..Nica.

Francisco y Juan han traído un inversor, y prometen que en La Aurora hay un regulador, porque los dos que dejaron Toni, Albert, Pau y Neus los frió un rayo (de ahí nuestro empeño en construir un pararayos).

Mientras hacíamos tiempo para las once hemos ido a ver la panga con la que iremos mañana, es una lancha abierta, más grande que las del viaje regular, pero de bancos corridos de madera igual, y con plástico igual por si llueve. El panguero se llama Rafael, como yo. Francisco ha insistido en que fuéramos a dejar pagada la gasolina, así que, con dólares efectivos, 235 para ser exactos, hemos pagado los 45 galones (unos 170 litros), que vamos a gastar en ir i volver. Como aún faltaba algo de tiempo, hemos ido a un “ciber” a bajar unos drivers de una webcam que nos pasó Pau. No desaprovechamos ni 10 minutos, estamos en modo “turbo”, y por eso nos pone tan de mal humor tener que estar esperando unos equipos que llevan pedidos un año y medio.

Hemos ido al aeropuerto, y ¡por fin! Han llegado tres cajas pesadas. Hemos ido corriendo a la casa, y nos hemos puesto a desembalar como posesos. Venían dos PC bastante modernos, aunque usados, con XP instalado casi limpio. Uno DELL, otro HP. Los hemos conectado, y Joan y yo los teníamos configurados, con Netmeeting instalado y haciendo videoconferencia en menos de 20 minutos, ante la perplejidad de Juan y Francisco que creo que no están acostumbrados a este nivel de hiperactividad.

Nos hemos llevado un ordenador al hospital, y lo hemos dejado montado. Hemos aprovechado para monitorizar el enlace con el Cerro Aberdeen, que seguía funcionando bien, y enseñarle todo el sistema a Juan. Por el camino hemos estado hablando de cómo poder añadir el SILAIS y el Centro de Salud de Bluefields a la red. Parece simple:

  1. Añadir un nuevo equipo VIP en el SILAIS, como raíz, con una antena poco directiva o sectorial, apuntando al Cerro, al Hospital, y al CS de Bluefields.

  2. Cambiar la antena plana del Cerro por una más directiva (que compense la bajada de directividad en el SILAIS), y que apunte al SILAIS.

  3. Reorientar la antena del Hospital al SILAIS.

  4. Poner la antena que habremos quitado del cerro en el Centro de Salud de Bluefields, con un nuevo equipo VIP.

Total, con dos VIP y dos antenas nueva, tenemos toda la red en marcha. Además, el SILAIS es el centro administrativo, y tiene sentido que albergue el nodo raíz. De paso, no estaría de más incluir en el proyecto la instalación de un cableado estructurado en el hospital, que lo tiene de pena, con cables colgando por todos lados, y switch clavados por las paredes.

Se nos ha hecho la hora de comer, y hemos hecho lo de todos los días, recordar la lista de recomendaciones de Pau y escoger la siguiente. Hoy a tocado “La Loma”. ¡Lástima no haberlo descubierto hasta ahora! Es más caro, de acuerdo, pero el sitio es magnífico. Es una enorme “churuata” en lo alto de una loma con vistas sobre todo Bluefields y su bahía. Se veía perfectamente el hospital, y por supuesto, nuestra antena. El servicio impecable, y la música genial. Volveremos, seguro. Quizá si todo va bien podemos venir aquí a celebrarlo.

El plan de la tarde es hacer una prueba de videoconferencia con el cerro. Hemos vuelto al hospital, yo me he quedado, y los demás (Joan, Lluc, Juan y Francisco) han subido al cerro. Yo me he alegrado de perderme el viaje, fráncamente. Ya he tenido bastantes emociones fuertes en ese trayecto. Hemos calculado que en 40 minutos estarían listos para contactar y justo, a las 4:30, sonaba el teléfono. Todo bien. Videoconferencia, transferencia de archivos, pizarra compartida. Juan estaba interesadísimo y no daba a basto a captarlo todo, pero le ha gustado. Yo he tenido alguna visita, curiosa por verme hablar con aurículares, y por ver la imágen de Juan en la pantalla.

Luego para casa, que mañana hay que levantarse a las 5. Al llegar, hemos intentado birlarle la conexión de internet a los vecinos de abajo pero sin éxito. También hemos encontrado una nota que decía que otros cooperantes catalanes querían contactar con nosotros. Luego nos han vuelto a llamar. Resulta que se han enterado que vamos en una panga rápida y quieren añadirse. Hemos ido a cenar con ellas. Se llaman Laura, Lídia y Marta. Son estudiantes de la EPSC, nuestra escuela, y están haciendo el proyecto final de carrera aquí en Nicaragua. Estarán un año. Están estudiando soluciones para la gestión de los residuos sólidos, en otras palabras, qué hay que hacer con toda la basura que hay por todos lados en Bluefields. Me alegro de que alguien esté pensando en el tema, realmente hace falta.

Rafa

miércoles, 27 de febrero de 2008

Día 5 – Un día de transición

Hoy hemos decidido que sea un día más tranquilo. Si encadenamos dos días como ayer, quizá no volveremos enteros a España. Por la mañana planeamos ajustar el enlace que montamos ayer, por la tarde configurar los dos ordenadores que tienen que llegar hoy, y por la noche hacer las maletas para ir a La Aurora. Finalmente, me voy a animar a ir. El MINSA pone a disposición un barco rápido, que en vez de 8 horas tarda entre 2 y 3, y que es mucho más cómodo, y estará a nuestra disposición. El pero, siempre hay un pero, es que nos toca pagar la gasolina, y estamos hablando de más de 150 €. Ellos asumen que la pagaremos nosotros. Es la cultura de la cooperación. Están tan acostumbrados a las donaciones, que ya las esperan y las asumen como lo más normal.

Vamos a desayunar al centro, al “Paladar Costeño”, donde el desayuno incluye Gallo Pinto (arroz con frijoles), dos huevos fritos, pan, queso (fresco muy salado), y mortadela (o algo que se le parece). Es el único lugar donde tienen jugos. Yo pido de melón, y Joan y Lluc de tamarindo. Mucha agua, mucho azúcar, y poca fruta. Desde la ventana se agolpan los niños a mendigar. Da la impresión que más por aburrimiento que por necesidad, pero nos amargan el desayuno de todas formas. Los más osados intentan entrar a pedir directamente, pero los dueños del local los auyentan, aunque a duras penas. Una señora muy mayor se une a los niños, y el ambiente se hace ya insoportable. Nos vamos.

En la calle vemos una camioneta del MINSA, le preguntamos si van al hospital y nos invitan a subir. Yo subo dentro, y Joan y Lluc en la parte de atrás, junto con unas bolsas de plástico llenas de carne, la comida del hospital, a pleno sol en la parte de atrás de una camioneta.

Al llegar al hospital, todo facilidades, como siempre. Revisamos los parámetros del enlace, comparamos con los teóricos, y parece que aún podríamos ganar un par de dB's (jerga técnica de una medida de potencia). Joan y Lluc suben al tejado, y yo me coloco en dos sillas con el portátil monitorizando la potencia. Tras varias iteraciones conseguimos rascar dos 2 dB's. Luego hay que ir a consultar el e-mail (en la casa hace 24 horas que no funciona), para ver si hemos recibido las claves para pasar los equipos del modo Europeo al modo Americano (FCC) y ganar 3 dB más gracias a la normativa más favorable de este lado del atlántico. Nos conectamos desde los ordenadores del hospital, y nos habían llegado las claves. Actualizamos el equipo del cerro, e inmediatamente vemos la mejoría en la potencia recibida. Comprobamos todos los datos y todo parece correcto.

Llamamos a Francisco para ver si habían llegado las computadoras. Debían haber llegado a las 7:30, luego a las 11, luego a las 3, luego a las 4. Finalmente no llegan hoy, pero la compañía aérea “promete” enviarlas en el primer vuelo de mañana. Primer contratiempo, aunque no muy grave, si realmente llegan mañana.

Vamos a comer al Bar Flotante, y por primera vez vemos la bahía de Bluefields. Es un lugar espectacular, aunque echado a perder por la suciedad humana. Baten el récord de lentitud, más de hora y cuarto para traer la comida, y pasamos el rato en la brisa, viendo pasar las embarcaciones, unas a motor, los más pobres remando durante horas, o con velas hechas con sacos de plástico.

Volvemos a la casa, y se nos ocurre la idea de conectar a La Aurora a Internet. Empezamos a configurar unos routers que traíamos por si acaso y uno que nos da José, y parece que debería ser fácil. Nos vamos rápido al Hospital a poner las ideas en práctica, y nos encontramos con más dificultades de las previstas. A pesar de tener la configuración correcta, no conseguimos conectarnos, tiene que haber algún filtrado que no conocemos, por direcciones MAC, o algo parecido. Tendremos que consultar con los técnicos responsables de la instalación en el Hospital. Luego, durante la cena, Francisco promete ponernos en contacto con ellos.

Son las 6, no hemos hecho mucho, y decidimos llamar a Juan García, que acaba de llegar de Managua. Nos citamos con él en “La Ola”, donde llegan también Francisco y Cecilio, el ayudante de Arnulfo. Cenamos, bebemos, y nos vamos a casa. Mañana salimos para la comunidad de “La Aurora”.

Rafa

martes, 26 de febrero de 2008

Día 4 – Lluc y Joan se ganan sus galones

Hoy era, de algún modo, el día de la verdad. Llevábamos semanas de preparativos, ayer habíamos hecho acopio de materiales, y pruebas preliminares, pero aún no teníamos nada del proyecto instalado. Hoy íbamos a comprobar si tanto preparativo había servido de algo.

Por la mañana, mientras esperábamos a Francisco con la furgoneta, nos hemos dedicado a rotularlo todo, incluso los cables. Cada extremo tiene una etiqueta con el código del equipo al que va conectado, y si hay varias posibilidades, cuál de ellas. En principio se podría desmontar todo y alguien sin conocimiento ninguno podría volver a reconectarlo todo simplemente siguiendo las etiquetas. Hemos gastado 4 metros de cinta de Dymo.

Por fin ha llegado Francisco, casi a las 10 de la mañana, y hemos ido al Hospital. Arnulfo finalmente ha delegado en su ayudante Cecilio para que nos asistiera. Hemos preparado todo el material, hemos conectado los equipos a un mástil, y Lluc y Joan se han subido al tejado del hospital, donde el sol pegaba de plano sobre la hojalata. Cecilio ha reparado el taladro, que no quería arrancar, con un poco de cinta aislante, y Joan y Lluc han empezado a fijar el mástil con los tornillos “golosos”. Ha quedado fuerte.

Mientras, han mandado una brigada de limpieza al cuartucho donde estará el terminal de comunicaciones con La Aurora. Incluso han prometido darle una mano de pintura. Le hace falta, y al resto del hospital también. Cada vez que entrábamos y salíamos pasábamos entre camas e enfermos en un hospital saturado. José me comenta que lo construyeron los Cubanos en los 80. José es del MRS (Movimiento de Renovación Sandinista), disidencia del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) de Daniel Ortega. Su hermana Aránzazu si es del “Frente”, por eso puede ser directora del hospital. José comenta que el Frente es el primer poder económico del país, y que no tiene nada que ver con el de la revolución. Lo atribuye al poder del dinero.

Para llevar el cable del tejado al cuarto, la mejor opción es por el falso techo. Cecilio abre un panel del techo, pero se resiste a entrar. Lluc es quien se atreve a penetrar en el recinto oscuro y lleno de telarañas para traer el cable, que finalmente queda perfectamente camuflado e instalado. Todo parece correcto, pero no lo sabremos hasta que se instale la antena del Cerro Aberdeen. Antes de ir a comer aún cortamos un tubo galvanizado para tenerlo a punto para ir al cerro por la tarde.

Vamos a comer a “La Ola”. Ayer nos gustó y queda al lado de la ferretería, donde hay que comprar otro arnés y un par de clavijas eléctricas. José se deja invitar. Durante la comida nos cuenta que su tío Moisés Arana fue alcalde de Bluefields. En la mesa de al lado un personaje ruidoso y algo hebrio parece descontento por la presencia de José. Aparentemente prefiere el Frente.

Hechas las compras en la ferretería, salimos hacia el cerro, previo paso por las oficinas de Enitel para asegurarnos el permiso. Cuando pensábamos que lo de ayer era tocar fondo, hoy hemos visto a los “gancheros”. Delante nuestro, iba el tractor de la basura. Un tractor donado por la ciudad de Girona, remolcaba un carro lleno de basura, medio en bolsas, medio en montones, hacia el vertedero. De entre las chozas han empezado a salir niños y mujeres, algunos encaramándose al montón de basuras, y otros armados con pértigas de más de dos metros acabadas en un gancho metálico improvisado, peleándose por enganchar los mejores restos de basura, antes de que el tractor la tire al vertedero y tengan que competir con el resto de buscadores de basura. Cuesta imaginar que alguien pueda tener que dedicar tanto esfuerzo en conseguir una basura mejor, pero así es la vida para mucha gente en Bluefields. El humo de vertedero se está convirtiendo ya en una constante en el viaje.

Llegamos a las torres del cerro hacia las 3:30 de la tarde. Quedan justo dos horas y media de luz. Sacamos todos los equipos, conectamos los más fáciles dentro de la caseta, y empezamos a fijar las antenas y el equipo de comunicaciones a un mástil. La primera prueba consistirá en enfocar la antena a mano, sin subirla a la torre, e intentar llamar al hospital. De entrada no hay línea. Será que si no hay enlace y no hay otros teléfonos a los que llamar no hay línea. Parece raro, pero en cuanto la antena se apunta, aparece línea de repente. Marco el 101, momentos de tensión. Desde este teléfono, tarda en dar tono de marcado, y por unos instantes parece que no funciona, pero finalmente empieza a marcar. Nadie contesta por 20 segundos. ¿Estará sonando? Finalmente, ¡eureka! Una voz contesta al otro lado, aunque se queja de que se oye mucho ruido. Pero al menos, se ha establecido contacto.

Ahora hay que averiguar la dirección exacta de La Aurora. Vamos al proyecto fin de carrera de Toni i Albert, y lo encontramos, exactamente especificado en grados, minutos y segundos. Mi GPS da las coordenadas en grados con decimales. Abro la calculadora de Windows, y tras varias divisiones por 60 y 3600, ya he comprobado que mi lectura de GPS coincide, y he anotado el waypoint La Aurora. Salimos fuera y tras unos cuantos paseos averiguamos exactamente la dirección de La Aurora, y la anotamos con una brújula, para poder apuntar la antena cuando estén subidos a la torre.

Lluc y Joan se están ya colocando los arneses, y empiezan a trepar a la torre, Lluc primero, Joan detrás. Lluc sube delante, y recoge el mástil lleno de antenas, luego sigue Joan y lo aguanta. Así, por turnos, llegan hasta 10 metros de altura. Francisco nos había conseguido unas bridas enormes que han ido de maravilla para fijar el mástil a la torre. Joan y Lluc han dedicado un buen rato. No me extraña, a 10 metros de altura. Finalmente queda instalada. Segunda prueba. Llamo al Hospital, y esta vez me constestan que se oye claro. Cuelgo y me llaman ellos, también claro. Misión cumplida, volvemos a casa, justo cuando se hace de noche: las 6 de la tarde. Agotados de un duro día, acabamos cenando al lado de casa, en “La Dueña”.

Rafa

lunes, 25 de febrero de 2008

Día 3 - Entrando en faena

Hoy esperábamos a José Arana a las 8 en la casa, así que a las 6:30 ya estábamos en pie. Hemos desayunado un "pico de harina" de la pulpería de enfrente, y a esperar. Ha llegado a las 8:45. Algún asunto familiar. Inmediatamente nos hemos puesto en marcha. Hoy hay mucho que hacer. En primer lugar, hay que verificar y recoger los equipos que se habían quedado atascados en la aduana hace año y medio. Luego había que verificar las localizaciones de las antenas en el hospital y en el Cerro Aberdeen, y aún tenía que quedar tiempo para hacer una primera prueba del sistema dentro de la casa. Nos ponemos presión a nosotros mismos, y la trasladamos a nuestros anfitriones.Con José hemos ido en taxi al hospital. En Bluefields la tarifa de taxi es plana: C$10 por persona (unos 35 céntimos). Allí tenía que acudir Francisco, representante del MINSA en la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS). Mientras llegaba, hemos ido a la bodega (almacén) del hospital, y hemos ido a ver los equipos. Había nervios, pues este fue el problema más serio la última vez. Finalmente estaba todo, menos 4 tornillitos, que es posible que ya no estuvieran en el envío inicial.

Hace año y medio, vinieron a Bluefields 4 cooperantes de Telecos Sense Fronteres. Toni y Albert como parte de su TFC, que diseñaron todo el proyecto desde el punto de vista técnico, y Pau y Neus, que lo coordinaron con Desos y se unieron al equipo. Estuvieron dos meses, pero desgraciadamente los equipos de comunicaciones quedaron encallados en las aduanas durante más de un año, con elecciones incluidas entre medio. Su disgusto fue monumental, y mis intentos por hacerles entender que las placas solares que habían colocado habían tenido un gran impacto sobre la población de La Aurora, no fueron consuelo para su frustración. En cualquier caso, aprendieron bien la lección que hay que esperar a viajar a que la contraparte o las ONG con las que se trabaja tengan todos los papeles y demás asuntos listos. Insistieron mucho en este punto esta vez, y nosotros les hicimos caso.

Luego hemos ido a ver a Aránzazu Arana, hermana de José y directora del hospital, pero no estaba, y nos ha recibido la directora en funciones, la Doctora Alma Rosa Castro. El hospital está dirigido por mujeres. Nos han enseñado el cuartucho donde va a ir nuestro terminal en el hospital. Está dentro de la zona de emergencias, donde hay siempre alguien 24 horas al día. Era un espacio de unos 2 metros cuadrados que usaban como zona de descanso, pero este proyecto, al que ellos han puesto el nombre de "proyecto de telemedicina" tiene prioridad.

Nos han puesto a disposición al jefe de mantenimiento del hospital, Arnulfo, quien nos ha traído una escalera para subir al tejado y decidir la ubicación del mástil de la antena. La estructura del edificio es frágil, hecha de una estructura de vigas de chapa. Justo amarrado a una de estas vigas, usando tornillos "golosos" (con punta de broca y autoroscantes), podremos amarrar el mástil.
Finalmente llega Francisco, del MINSA, llenamos los papeles para retirar los equipos de la bodega, y nos vamos al Cerro Aberdeen. Antes, sin embargo, pasamos a cambiar dinero en el banco, donde tienen una cola especial para discapacitados, que me invitan a usar. Luego pasamos por Enitel (compañía telefónica) para recoger el permiso de entrada a la caseta del cerro, pero parece que está en el centro de salud de Bluefields, de allí al SILAIS (Sistema Local Integral de Salud). Nos íbamos ya cuando aparece por fin el papel. Vuelta a Enitel para que lo verifiquen y avisen al cerro, y nos vamos.

El Cerro Aberdeen está a uno 3 km en línea recta, pero hemos tardado casi media hora de lo que podría calificar un "dantesco ascenso al infierno". Ha sido impactante el nivel de miseria que se aglutina a lo largo de este camino, incluido un vertedero humeante en el que un númeroso grupo de personas compite con cerdos y cuervos para encontrar algunos restos aprovechables. El camino ha puesto a prueba las habilidades del conductor y la resistencia del 4x4 que nos llevaba. Yo iba de copiloto, pero Lluc, Joan, Francisco y Juan iban en la caja de la camioneta, agarrándose como podían. No quiero ni imaginar como debe ser con lluvia. Finalmente llegamos al cerro, donde nos recibe la antena de "Radio Jerusalén", que emite contenido Cristiano 24 horas al día.
Sin embargo, la estructura más grande con diferencia es una enorme torre de comunicaciones de Enitel, llena de antenas, y una caseta grande y bien acondicionada al lado, llena de equipos modernos. En Bluefields hay muy pocas cosas, pero la cobertura de móvil e Internet es excelente. Examinamos el lugar, y Lluc se encarama al primer tramo de la torre. Parece claro donde se pueden colocar los equipos. Habrá que comprar algo de material, y el cable de 30 m parece que será suficiente.

Impactados por lo que acabábamos de ver, volvemos a Bluefields, y volvemos a ver el mismo espectáculo, quizá aumentado puesto que ahora ya, sabiendo los que ibamos a encontrarnos, nos fijábamos más. Llegamos a la casa de Desos a la 1 de la tarde, y cada uno se va a comer a su casa citándonos de nuevo a las 2. De momento, el soporte recibido es excelente, y la diligencia y disposición de la gente que nos acoge inmejorable. "La Dueña" está cerrado, así que un taxi nos lleva al centro, al Mini Hotel. No comemos lo que queremos sinó lo que hay, como casi siempre, y como casi siempre, acompañado de arroz y tostones. La cerveza nos salva de la deshidratación. Llamamos a Juan para que nos recoja en el Mini Hotel, y puntualmente se presenta con Francisco, la furgoneta del MINSA y su chófer. Hay que ir a la ferretería.
Me encanta entrar en las ferreterías. Siempre entro en todas las que encuentro en mis viajes. Pero esta vez, además, tengo que comprar cosas. Compramos:
  • Dos tubos galvanizados de 20 pies y 1" 1/2 de diámetro.
  • 8 grapas para el tubo, con sus correspondientes tornillos "golosos" para fijar el tubo en el hospital.
  • 3 docenas de grapas para cable de clavo de acero.
  • 16 abrazaderas grandes para fijar el tubo a la torre del cerro.
  • Guantes de cuero.
  • Un arnés de seguridad.
  • 1 paquete de bridas UNE.
Luego volvemos a casa. Hay que empezar ya las pruebas. Nos ponemos de inmediato a montar las antenas, a verificar los cables, a configurar los equipos. La puerta de entrada se convierte en la comunidad de la Aurora, el carro del ordenador en el Cerro Aberdeen, y la reja del balcón en el Hospital de Bluefields. Las antenas están listas, los equipos en marcha, y los teléfonos conectados. Juan se debía haber ido ya hace un rato, pero no se quiere perder la primera prueba. Juan, haciéndose pasar por un médico del hospital marca la extensión 103, el número del Cerro Aberdeen, y ¡suena! Alborozo general. Sin embargo, la extensión 102, de La Aurora, sigue en silencio. ¿Qué puede haber fallado? Nos conectamos al equipo de La Aurora y ¡Lluc no había guardado la configuración! ¡Lluuuuuuuuc! La cambiamos, y el timbre suena a victoria. Ya tenemos el equipo configurado. A partir de ahora, el reto es montar y alinear las antenas. Lo celebramos con unas cervezas, y decidimos ir a cenar fuera.

Un taxi nos lleva a "La Ola". Está al lado de la bahía pero no se ve nada de noche. Cenamos mucho y bien (para lo que es esta zona), y volvemos cansados a casa. Nos ponemos a escribir la crónica. Ya estoy acabando cuando un intenso olor de humo, un fuerte crepitar, y un intenso resplandor entran por la ventana. Los indeseables (fumadores de crack, o "piedreros") que cada noche hacen su fuerte en la esquina de enfrente han decidido prender fuego a una montaña de desperdicios que hay al lado de la casa. Las llamas superan el balcón de nuestro segundo piso. Yo llamaría a los bomberos, pero Pablo, el vigilante dice que no es necesario. Al cabo de poco el fuego baja, pero el humo no. Mejor irse a la cama.

Rafa

domingo, 24 de febrero de 2008

Día 2 - Llegando a Bluefields

El jetlag nos despierta a las 4 de la mañana. Joan y Lluc resisten hasta las 6, yo hasta las 8. Empiezo mi ceremonial de la ducha con yeso. Joan y Lluc se estrenan ya con el gallo pinto con crema. Yo pido una bandeja de fruta. Juan García tiene que venir a buscarnos a las 11:30. Hemos de estar en el aeropuerto a las 12:30, y el avión a Bluefields sale una hora más tarde.

Matamos el rato charlando. Nos ponemos a probar el E-con, un programa clave para la configuración de los equipos, y no funciona. No van los drivers. Primer problema. Parece que podremos utilizar Telnet. Ya lo probaremos en Bluefields, pero como no funcione, problema serio.

Salimos hacia el aeropuerto. El taxi ha sido un espectáculo. Frenazos con derrapada incluida. A punto de acabársele la gasolina, hemos llegado a trompicones a una gasolinera, y ha puesto ¡dos litros! No me extraña que fuera justo. Debe ir poniendo cada vez que hace una carrera.

El terminal nacional no tiene nada que ver con la internacional. Son dos mostradores, en los que los empleados estaban comiendo arroz con frijoles mientras iban atendiendo. Nos hacen pesar el equipaje, y luego a nosotros. El avión, un Cesna de 12 plazas, despega 10 minutos antes de la hora (por qué no, si ya estabamos los 10 pasajeros), y se eleva rápido hasta los 9.500 pies. A estribor vemos el lago entre las nubes. Llegando a Bluefields, vemos el cerro Aberdeen, lleno de antenas, un gran protagonista de nuestro proyecto. En una hora y diez aterrizamos. El aeropuerto es una monada, pero la ciudad ya no tanto. Un caos de calles y basura. Nos recibe José Arana, responsable de Desos en Bluefields. Su hermana Aránzazu dirige el hospital local, el Hospital Regional Dr. Ernesto Sequeira Blanco. Creo que el nombre tiene más letras que el hospital camas.

Nos subimos al Montero de José Arana, que nos acerca al hospital para que lo veamos. El teléfono estará situado en urgencias, donde hay siempre alguien las 24 horas. Nos comunica que el proyecto ha despertado una gran expectación. En el hospital vemos una torre de antena magnífica y alta, pero parece que está podrida por falta de mantenimiento. Hay otro mástil, también sin usar, en mejor estado.

José nos acompaña al piso de Desos. Es un piso grande, con una enorme estancia que incluye cocina y despacho. Tiene tres habitaciones con literas y dos baños. Además, tiene Internet inalámbrica. ¡Qué más se puede pedir!

Vamos a comer al restaurante “La dueña”, a sólo 50 metros, pero que con muletas se hacen como 5 km. La música cristiana resuena en todo el restaurante, y un video de rock cristiano preside la sala. Pedimos cerveza pero no es posible, no en el dia del Señor. Nicaragua y Bluefields están plagados de iglesias protestantes. Llegando a la casa hemos visto dos mormones, en su atuendo habitual. No hay pescado, sólo camarones. Pedimos ceviche de camarones, arroz con camarones, y camarones en salsa. Para beber, Gatorade, no había otra. Comemos a gusto, pero nerviosos por ver si podremos configurar los equipos.

Volvemos a la casa con ganas de siesta, pero nos pueden las ganas de despejar las dudas y nos ponemos a inventariar, rotular, e instalar los archivos de configuración. El VIP no responde. Por más que escaneamos la red, no aparece. Probamos Ping, Telent, nada. Finalmente, me doy cuenta que Lluc no lo había enchufado. ¡Lo mato! Finalmente, ¡contacto! Nos ponemos a configurarlo, y todo funciona de maravilla. Hoy ya dormiremos tranquilos. Son las 8:30 y ya es tarde para salir. Viene Pablo, el vigilante que pasa todas las noches en la casa, y acompaña a Lluc y Joan a buscar unas bebidas y galletas a la “pulpería” (colmado). Nos desaconseja salir solos de noche, si acaso en taxi. Vamos a escribir unas notas, y a la cama. Mañana llegan a las 8, y ya deberíamos estar a punto.

Rafa

sábado, 23 de febrero de 2008

Día 1 - Llegando a Nicaragua

Esta noche no he podido dormir. He ido dando tumbos hasta las 4 de la mañana, hasta que ha sonado el despertador. Con el pie enyesado tardo mucho más en hacerlo todo. Funda al pie, ducha, vestirse lentamente, coger las muletas, diseñar la estrategia para llevar la maleta en el ascensor, taxi, terminal B.

En el check-in dejo la maleta, y me traen una silla de ruedas. Joan y Lluc llegan al cabo de un rato. Joan es uno de los más antiguos de Telecos Sin Fronteras, y estuvo en el primer viaje a Requena en Perú. Trabajó conmigo, y en seguida pensé en él para este viaje. Lluc es un alumno, aunque es de la misma edad que Joan, y de hecho fueron juntos al insituto en Menorca. En este proyecto está haciendo su Trabajo Fin de Carrera (TFC).

Hemos facturado hasta Managua, aunque en Miami tendremos que pasar la maleta por aduanas. Tenemos todas las tarjetas de embarque. Empieza la experiencia del aeropuerto en silla de ruedas. Todo son facilidades. Hay ascensores al lado de todas las escaleras. La seguridad se pasa sin problemas. Llevamos dos maletas llenas de equipos electrónicos, y cada vez que pasan por seguridad pensamos que nos van a hacer dar muchas explicaciones, pero no. A nadie parece importarle.

Todos los pasajeros van en autobús, pero nosotros vamos en un camión especial para llevar sillas de ruedas. Por suerte hay otra señora en las mismas circunstancias y no nos sentimos tanto el centro de atención. Todo va como una seda. Llegamos a tiempo a Madrid, nos vienen a recoger, y nos llevan a la sala VIP de Iberia del terminal satélite, al que hay que ir en un tren. Allí nos recoge American Airlines y nos lleva a su sala VIP. Siesta de más de una hora, ya toca embarcar.

Protocolos de seguridad. Sí, hemos hecho nosotros las maletas. No, nadie nos ha dado nada. Ya a bordo y sin problemas. 9 horas, dos películas, y dos capítulos del libro más tarde estamos en Miami, a la hora prevista. Como cada vez, la silla de ruedas estaba preparada justo a la salida del avión. Otra vez un tren, nos acompañan por aduanas, nos acompañan a buscar las maletas. Todas llegan, aunque la espera se hace larga. Pasamos aduanas, seguridad, en la que comprueban que en el yeso no haya indicios de explosivos pero que no parecen fijarse en las maletas de electrónica, y al terminal de embarque en Managua. Salimos media hora tarde, el único retraso de todo el viaje.

Al llegar a Managua, otra silla de ruedas. El aeropuerto de Managua es moderno y agradable. Otro control de pasaportes, y la temida aduana. Nervios. Como no nos dejen entrar los equipos, se fastidió el proyecto, o al menos se complica mucho. Hay una cola, al fondo un mostrador, con la luz roja, y la luz verde, pero no parece que se utilicen. A nadie le abren las maletas. Parece que se fija más en mi pie que en el equipaje, nos dan la bienvenida, ¡ya estamos dentro! Primer obstáculo superado, hemos conseguido entrar todos los equipos en Nicaragua. Ahora hay que encontrarse con nuestro contacto local.

Por suerte teníamos el móvil del ingeniero Juan García, que nos tiene que venir a buscar. Le llamamos y nos encontramos en seguida. La verdad, nos esperábamos a alguien de más edad como responsable de comunicaciones del Ministerio de Salud (MINSA). Juan es un ingeniero joven. Nos pide un taxi y nos vamos juntos al “hotelito Kelly”.

El trayecto revela una ciudad desestructurada, con comercios improvisados. Muchos merenderos llamados “cibers”. Una casa de empeños “Empeños Raflá, más dinero y yá”. La recepción del hotel es agradable. Las habitaciones, eso ya es otra cosa. Por suerte, tienen restaurante “abierto 24 horas”. Juan se apunta a cenar con nosotros. Empezamos con 4 “Toñas”. No hubo violencia, es la cerveza local. La carta es muy extensa. Tras mucho pensar, Juan y yo pedimos un Jalapeño, y Joan y Lluc carne asada. Al cabo de mucho rato llega la cena. Los cuatro platos son iguales: carne, arroz, ensalada y plátano frito, pero las salsas son distintas. Ahora entendemos lo extenso de la carta.

La conversación con Juan es amena. Lluc le invita a uno de sus cigarrillos liados, y Juan invita a Lluc a un cigarrillo local. No hay nada como el intercambio de culturas. Juan estudió ingeniería electrónica en Managua.

Probamos el GPS de mi móvil. Funciona. Son las 10 en Managua, las 5 de la mañana en Barcelona. Estamos agotados. Pinchazo de eparina, la peor parte de llevar yeso. Vamos a dormir.

Rafa