martes, 26 de febrero de 2008

Día 4 – Lluc y Joan se ganan sus galones

Hoy era, de algún modo, el día de la verdad. Llevábamos semanas de preparativos, ayer habíamos hecho acopio de materiales, y pruebas preliminares, pero aún no teníamos nada del proyecto instalado. Hoy íbamos a comprobar si tanto preparativo había servido de algo.

Por la mañana, mientras esperábamos a Francisco con la furgoneta, nos hemos dedicado a rotularlo todo, incluso los cables. Cada extremo tiene una etiqueta con el código del equipo al que va conectado, y si hay varias posibilidades, cuál de ellas. En principio se podría desmontar todo y alguien sin conocimiento ninguno podría volver a reconectarlo todo simplemente siguiendo las etiquetas. Hemos gastado 4 metros de cinta de Dymo.

Por fin ha llegado Francisco, casi a las 10 de la mañana, y hemos ido al Hospital. Arnulfo finalmente ha delegado en su ayudante Cecilio para que nos asistiera. Hemos preparado todo el material, hemos conectado los equipos a un mástil, y Lluc y Joan se han subido al tejado del hospital, donde el sol pegaba de plano sobre la hojalata. Cecilio ha reparado el taladro, que no quería arrancar, con un poco de cinta aislante, y Joan y Lluc han empezado a fijar el mástil con los tornillos “golosos”. Ha quedado fuerte.

Mientras, han mandado una brigada de limpieza al cuartucho donde estará el terminal de comunicaciones con La Aurora. Incluso han prometido darle una mano de pintura. Le hace falta, y al resto del hospital también. Cada vez que entrábamos y salíamos pasábamos entre camas e enfermos en un hospital saturado. José me comenta que lo construyeron los Cubanos en los 80. José es del MRS (Movimiento de Renovación Sandinista), disidencia del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) de Daniel Ortega. Su hermana Aránzazu si es del “Frente”, por eso puede ser directora del hospital. José comenta que el Frente es el primer poder económico del país, y que no tiene nada que ver con el de la revolución. Lo atribuye al poder del dinero.

Para llevar el cable del tejado al cuarto, la mejor opción es por el falso techo. Cecilio abre un panel del techo, pero se resiste a entrar. Lluc es quien se atreve a penetrar en el recinto oscuro y lleno de telarañas para traer el cable, que finalmente queda perfectamente camuflado e instalado. Todo parece correcto, pero no lo sabremos hasta que se instale la antena del Cerro Aberdeen. Antes de ir a comer aún cortamos un tubo galvanizado para tenerlo a punto para ir al cerro por la tarde.

Vamos a comer a “La Ola”. Ayer nos gustó y queda al lado de la ferretería, donde hay que comprar otro arnés y un par de clavijas eléctricas. José se deja invitar. Durante la comida nos cuenta que su tío Moisés Arana fue alcalde de Bluefields. En la mesa de al lado un personaje ruidoso y algo hebrio parece descontento por la presencia de José. Aparentemente prefiere el Frente.

Hechas las compras en la ferretería, salimos hacia el cerro, previo paso por las oficinas de Enitel para asegurarnos el permiso. Cuando pensábamos que lo de ayer era tocar fondo, hoy hemos visto a los “gancheros”. Delante nuestro, iba el tractor de la basura. Un tractor donado por la ciudad de Girona, remolcaba un carro lleno de basura, medio en bolsas, medio en montones, hacia el vertedero. De entre las chozas han empezado a salir niños y mujeres, algunos encaramándose al montón de basuras, y otros armados con pértigas de más de dos metros acabadas en un gancho metálico improvisado, peleándose por enganchar los mejores restos de basura, antes de que el tractor la tire al vertedero y tengan que competir con el resto de buscadores de basura. Cuesta imaginar que alguien pueda tener que dedicar tanto esfuerzo en conseguir una basura mejor, pero así es la vida para mucha gente en Bluefields. El humo de vertedero se está convirtiendo ya en una constante en el viaje.

Llegamos a las torres del cerro hacia las 3:30 de la tarde. Quedan justo dos horas y media de luz. Sacamos todos los equipos, conectamos los más fáciles dentro de la caseta, y empezamos a fijar las antenas y el equipo de comunicaciones a un mástil. La primera prueba consistirá en enfocar la antena a mano, sin subirla a la torre, e intentar llamar al hospital. De entrada no hay línea. Será que si no hay enlace y no hay otros teléfonos a los que llamar no hay línea. Parece raro, pero en cuanto la antena se apunta, aparece línea de repente. Marco el 101, momentos de tensión. Desde este teléfono, tarda en dar tono de marcado, y por unos instantes parece que no funciona, pero finalmente empieza a marcar. Nadie contesta por 20 segundos. ¿Estará sonando? Finalmente, ¡eureka! Una voz contesta al otro lado, aunque se queja de que se oye mucho ruido. Pero al menos, se ha establecido contacto.

Ahora hay que averiguar la dirección exacta de La Aurora. Vamos al proyecto fin de carrera de Toni i Albert, y lo encontramos, exactamente especificado en grados, minutos y segundos. Mi GPS da las coordenadas en grados con decimales. Abro la calculadora de Windows, y tras varias divisiones por 60 y 3600, ya he comprobado que mi lectura de GPS coincide, y he anotado el waypoint La Aurora. Salimos fuera y tras unos cuantos paseos averiguamos exactamente la dirección de La Aurora, y la anotamos con una brújula, para poder apuntar la antena cuando estén subidos a la torre.

Lluc y Joan se están ya colocando los arneses, y empiezan a trepar a la torre, Lluc primero, Joan detrás. Lluc sube delante, y recoge el mástil lleno de antenas, luego sigue Joan y lo aguanta. Así, por turnos, llegan hasta 10 metros de altura. Francisco nos había conseguido unas bridas enormes que han ido de maravilla para fijar el mástil a la torre. Joan y Lluc han dedicado un buen rato. No me extraña, a 10 metros de altura. Finalmente queda instalada. Segunda prueba. Llamo al Hospital, y esta vez me constestan que se oye claro. Cuelgo y me llaman ellos, también claro. Misión cumplida, volvemos a casa, justo cuando se hace de noche: las 6 de la tarde. Agotados de un duro día, acabamos cenando al lado de casa, en “La Dueña”.

Rafa

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